lunes, 21 de noviembre de 2011

Los riesgos de la ciclovía

Hace unos días recibí un correo de la Revista Diners en la que me decían "nos encantaría tener un pequeño texto tuyo recomendando una experiencia..." Editarían una publicación especial con 500 recomendaciones de "personajes que sean relevantes, o que por cuenta de su profesión o permanencia en un sitio, tengan una legitimidad reconocible para hablar del tema..."

Me pareció interesante la propuesta y envié un texto a cambio de una copia de la revista. Hace un par de días me llegó la edición "quinientos". Mi primera reacción fue, "vé, esta revista está perfecta para el baño". Aprovechando una necesidad fisiológica me puse a leer experiencias en un máximo de 650 caracteres de personajes relevantes - no sabía que tenía tantos amigos con esa denominación-, y a buscar entre ellas ese instante que había marcado mi vida. Hasta el momento no lo he encontrado. Como no hay un índice se vuelve difícil localizar un texto en particular. Tras varias ojeadas de principio a fin me entró la duda... ¿Qué pasaría? ¿No les gustaría a los editores mi propuesta? ¿Será que se arrepintieron de la legitimidad que antes me reconocían? ¿Será que este tipo de experiencia no es recomendable para los lectores de esa revista? Vaya a saberse. En todo caso, para no dejar en el olvido este ejercicio de memoria, publico a continuación la experiencia que marcó mi vida y que recomiendo a los curiosos activos que se tropiecen con este blog:


LOS RIESGOS DE LA CICLOVÍA

Bogotá, domingo 10 de diciembre de 2006. Me puse los patines frente al Planetario. Al costado de la séptima, cada dos metros a lo largo de 10 kilómetros, había una silla rimax blanca. Todas lucían un velo negro en sus patas y un ladrillo blanco con el nombre, el lugar y la fecha de ejecución de alguna víctima de la tragedia colombiana. “Luego vendrán las mujeres vestidas de negro, portarán un paraguas negro y se sentarán sobre la silla ”, escuché. Caminantes, ciclistas, indigentes y patinadores desfilábamos atónitos. Retorné por mi cámara. Sin cortar el plano, durante los 62 minutos que dura el "caset", desde la Plaza de Bolívar hasta el parque de la 93 grabé la interminable representación del genocidio colombiano. Desde ese domingo recomiendo salir el día de los derechos humanos a la carrera séptima: a lo mejor los artistas anónimos nos saludan con un tremendo revolcón.

Diego García Moreno
cineasta

He sido un cultivador de cartas... pero se extinguen los huertos, las postales, los destinos. Busco materos, balcones, ventanas, lienzos libres donde pueda sembrar mis dudas, mis palabras, las cascadas de imagen que a veces se me ocurren. Dale hombre, me han dicho algunas fieles amistades, invéntate un blog, escribe. Ya verás que es un buen andén para compartir tu risa, tu silencio, tus desdichas. Curioso, dócil, ingenuo, acepto jugar a lo impreciso.