¿Dejamos que pasen? No. Que no pasen. Esperen un momentico hacemos una tomita, les
decíamos a los transeúntes que se aprestaban a cruzar el largo puente colgante
sobre el río Caguán. Anoche llovió y el nivel de las aguas estaba alto. No
había viento y los guaduales parecían tranquilos. Dos señoras y cuatro
muchachitos miraban detrás de nosotros el espectáculo que improvisamos para
darle color y ritmo a la película. Sobre
los tablones, Angela y Mauricio, simulando
ignorar el temblor del puente, con marco de cables arqueados y tirantas paralelas, repasaban una por las figuras que
doña Miriam había inventado para ejecutar El Yariseño.
-¿Están listos? ¡Acción!
Angela y Mauricio ponían en acción sus trajes típicos blancos
del yariseño. Como San Vicente es tierra
de mestizaje, hagamos que el paso del bambuco, el pasillo y el sanjuanero se
fusionen. Ella, con camisa de cuello en bandeja y manga sisa, una heliconia
roja de bordes naranjas y amarillos en su pecho y amplia falda decorada a mano con
tucanes, peces amazónicos, chigüiros, vacas y guacamayas. Él, con sombrero de paja, amplio cinturón y cotizas
negras.
Doña Miriam no fue al puente. Como ya no tiene casa propia
ni familia en San Vicente, Angela y Mauricio la filmaron temprano en casa de
una amiga en pleno parque del pueblo. Desde que ella regresó a Bogotá, cada año se escapa unos
meses al pueblo que la vio llegar con su esposo a los 20 años. Lo conoció en
una fiesta y, después de invitarla a bailar, de hacerle un coqueteo, la enlazó,
como si se tratara de figuras de la danza que años después organizaría siendo
maestra del pueblo. La historia de amor con ese hombre nacido en San vicente, terminó
hace tiempos, pero su cariño se cimentó en la tierra donde nacieron sus hijos,
y donde fue rectora de colegio y directora de la casa de la cultura. Aquí vivió
lo mejor y lo peor de una región que padeció el desastre de la guerra hasta el
punto que una bomba explotó en la sede
de la casa de la cultura, justo al lado de la estación de policía. En la última Feria del libro de Bogotá, doña
Miriam lanzó el libro en el que resume una historia de colonización, tala de
bosques, misiones religiosas, invasión de la ganadería, crecimiento urbano y construcción de
tradiciones. Este año es chaperona de
una niña que competirá por el reinado del Yariseño, un concurso que Ángela,
también alumna del taller de la memoria, ganó hace un par de años.
Después, mientras los
maestros públicos se reunían en asamblea en su antiguo colegio para confirmar
la huelga nacional del magisterio y
salían a desfilar por las calles exigiendo mejoras laborales, haciendo sonar
pitos y cornetas, y proclamando
consignas que hacían sentir que esta alejada población de un departamento
amazónico hace parte de un país que forja su destino bailando dichoso en las
fiestas del San Pedro al ritmo de la incertidumbre, las cicatrices, y una lucha
constante, obsesiva, por el derecho a la esperanza, los chicos grabaron a doña
Miryam deshaciendo sus pasos entre las construcciones que forjaron sus
recuerdos.
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S.V.C
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