miércoles, 27 de mayo de 2009

Mayami

Los patines huelen el sendero. Esculcan rutas de imagen en el pavimento que suda y se seca, se atormenta y respira. Las aceras de miami, los desagües disimulados, el obstinado gris que asciende puentes y se aturde con los motores las lanchas voladoras, nos abren paso. Alfonso desempaca su memoria de equilibrio, balancea manos y brazos para robarle empuje al aire. Lo sigo. La Lumix pide imágenes. Ladra con ansias de perro juguetón. Click-click. El instinto japonés ha sido digerido. El zoom se amedranta con la velocidad y opta por un gran angular donde quepan las aparentes piscinas de delfines y los bloques de apartamentos blanquiazules desolados. Que la crisis dejó vacíos los pisos, que es el momento para alquilar, comprar, aprovechar los atardeceres baratos, los amaneceres al detalle, en promoción, arrímense, arrímense. Rodamos y rodamos. Nos inmiscuímos en la Isla que no nos corresponde. Nadie puede detenernos. El mejicano vestido de caqui, sombrero, revólver, intercomunicador y gesto de tigra recién parida defiende la madriguera de las estrellas brillantes de Miami. Prohibido patinar por la acera, sigan la vía. Una avenida de palmeras reales divide el ir y venir de las escasas exclusivas villas malolientes. Huele a mierda. A mierda fermentada en pozo séptico desbordado. No mentimos. ¿ A qué huele la islita, alfonso? ¡A mierda!. Lo grabo. Supongo que los baños olerán a rosa. Que el desodorante de shakira, gloria Trevi, Stallone, y tal vez julioiglesiasdonfranciscovives, quién sabe quién más, huele a tinta de banco federal esplendorosa. Pero el asfalto no ha podido. Las entradas de hierro forjado, cerámica, o concreto bienenvuelto en multicoloras plantas tropicales expele un indiscutible acento de entraña desgarrada. Sigamos, vamos al puerto. Escapemos de este aroma, hedor, ardor de zobaco excluído. Y se nos viene encima la autopista. De nuevo vamos sobre un puente. La lancha pasa veloz, Le doy un espolonazo en picada. Me la atrapo. La lumix no me traiciona. Mierda. Se cayó. Se perdió un tornillito, pero sigue viva en su rally. Ahora le hace juego a mis gafas .Una patita de mi visión portátil se ha fracturado, pero no desprendido ¿Aguantará hasta el retorno? Está en peligro mi visión presencial y mi memoria futura. Las tormentas enanas del sur, las que han mojado todo el día el pavimento nos juran que no volverán hasta mañana. El cuerpo suda. El patín ha perdido el brío. Claro, se zafó un tornillo del chassis. A cada patada suena un clac, que no es el click. Es un probable tropezón sobre el asfalto. Aparece una silla de madera de parque de Miami. Me quito el patín, saco mi llave universal. Le saco la segunda rueda de 10 cm. Claro, se aflojó, se aflojó, no hay derecho roller blades. Semejante precio para que un tornillo no sea capaz de mantenerse firme. Ajusto el tornillo delantero y el trasero. Vuelvo a colocarme la nave. Ahora todo va mejor. Los adoquines no se pronuncian, no rallan, no dejan que la dicha se detenga. Y viene el atardecer. La playa vacía deja a un lado el color y se lo regala a tres barcos fondeados en el horizonte. Una torre de salvavidas se rebela y se chupa el naranja singular de un presagio de poniente. Tres muchachos nos sobrepasan levantando sus largas patas, enredándose con pericia homosexual sus brazos y antebrazos. La pista de south beach en línea de una rectitud apenas ondulada camugla los secretos de los patios congelados. Dillers y desocupados negros levantan gritos y sonrisas a nuestro paso. Que no nos corresponden. Sólo uno. Viejo terco parece decirme. Y exagero el gesto, soy olímpico. De repente una tumba blanca, otra, decenas, miles. En cada una un nombre, una fecha, un título. Soldado, soldado, subteniente... Vuelvo al recuerdo de los columbarios. No hay tumbas anónimas, son tumbas con nombre, con día y lugar de muerte. La palabra Irak se come el cansancio, el espectro de Bush llena la sombras de palmeras y se absorve el olor de los arbustos retorcidos. Muerte venerámoste e implorámoste nos aguardes un buen rato. Estamos patinando. Tengo un regalo para la señora beatriz gonzálea. Me agacho y pienso que le llevaré estas fotos. Querida Lúmix trabaja, trabaja. Y se va deshaciendo la luz. Va chorreando el sudor del único casco protector en el camino. La sal húmeda toca mi ojo. Me limpio. Ya elcronómetro indica que los dos dólares veinticinco del parqueo callejero se aproximan a su fin. Allí está el volskwagen blanco de Elsy, la mamá de Alfonso. Aquí está la dicha, en mi cámara la constancia, en el asfalto la huella de un trayecto mas, de un pedazo de camino. Hemos patinado. Muchas imágenes de un miami on the road, imprevistas,inútiles se han guardado en la cajita negra. Esperen, esperen. Voy a meterlas en el compu y las mandamos para algún destinatario bien lejano, de estos que están casi aquí, aquí... Aquí vamos , aqui vamos.

lunes, 18 de mayo de 2009

Un homenaje en In-vitro

Curiosa palabra esa de homenaje. Mañana mostraré Moravia y el mar y Balada del mar no visto en In-vitro. Un espacio nocturno ultra-urbano en Bogotá, un bar, un sitio que se ha consagrado en los últimos años como el sitio de encuentro-reconocimiento de chicos y chicas atados por la pasión del cine. El lugar de los cortos. Le conté al organizador que había hecho un corto hace veinticinco años y que hace unos días terminé otro que podría ser una posible continuación -en realidad es un anzuelo para sacar el otro del armario y es un puente para recuperar el empuje del principio, y es un encargo, y es una crónica, y es una pequeña puesta en escena, y es... ante todo el puente hacia el futuro de una historia que inventó Medellín, la ciudad donde nací- . Curioso que la propuesta de Jaime, el organizador haya sido, presentémoslas allí, te hacemos un homenaje. ¿Homenaje a la terquedad? ¿Homenaje a qué...? En la tarjetita de invitación aparece "homenaje al documentalista". Cuando hablé con él por teléfono y le conté que la había visto me preguntó "Cómo te pareció". Bien, le dije. Pero hubiera preferido que pusieras cineasta. La balada es ficción, tiene fondo documental, pero es cine. Moravia es crónica, tiene ficción y opinión y un fondo de encargo con un "mensaje" que comparto. Es una mixtura curiosa. Hago también documentales pero no me gusta que se encasille en géneros específicos el oficio. Y sobre todo cuando la palabra documental es cada día más confusa, imprecisa. Creo que la palabra que corresponde a aquellos que fabricamos relatos audiovisuales no estandarizados es "cineasta". Sí, es un apego romántico a una artesanía ideal, y hay que anteponerla cada que se pueda frente al desconocimiento reinante sobre la producción de géneros que no tienen la estructura casi estandarizada del referente guión literario-actor que predomina en la distribución comercial que llena las pantallas. Mañana iré al homenaje. Tengo una curiosidad enorme de ver la reacción de los espectadores de las películas. Tras la presentación en Moravia se desencadenó una cascada de recuerdos. ¿Qué signficarán para unos niños que crecieron entre películas, lejos de la montaña de deshechos pestilentes de mi entrañable Medellín?

El efecto Moravia

Terminado el corto "Moravia y el mar" quedaron muchas preguntas pendientes. Viajé entonces la semana pasada a Medellín con el propósito de abrirle un cauce a las posibles respuestas. Aproveché que me faltaba grabar algunos cuadros de Beatriz González para darle ocupación a mi viaje. Por otro lado estaba el día de las madres y una recaída de mi padre. Medellín familia, historia, oficio, amigos. Un plan de trabajo bastante cargado y un propósito firme de amasar tantas referencias. Por fortuna, del lado familiar la situación no era alarmante. A pesar de que mi padre demacrado se encontró conmigo en el comedor y no me reconoció, todo fue normal. Después de decirle quién era ese extraño sentado desayunando arepa con huevo en la mesa de su casa, durante los cuatro días siguientes me saludó por el nombre. Y hasta el último día le dije: estás de buen semblante. Claro, ha comido, contestó mi madre. Por el lado del proyecto Beatriz González, el asunto se deslizó sobre ruedas. Grabé cuadros en ricas mansiones de El Poblado. Todos sus propietarios parecían orgullosos de saber que sus cuadros saldrían en una película. Y se abrió la posibilidad de hacer la premiére de la peli en el nuevo Museo de Arte Moderno de Medellín en la primera semana de octubre. Y en el caso de Moravia son muchos los tópicos que se trataron. Por un lado me enteré, con mucha sorpresa y alegría, que los chicos del barrio, en especial Yeison, el líder cultural que trabaja en el Centro para el Desarrollo Cultural había realizado tres proyecciones más de La Balada del Mar no visto y del cortito Moravia y el mar. Me contó que en todas las sesiones hubo una gran participación de la gente y que los viejos reaccionaban contando y contando anécdotas de aquellas épocas cuando su barrio era un enorme basurero. Memoria, recuerdo, presencia del pasado en el presente. Pero no todo puede quedarse allí. Los dos cortos fabricaron un detonador en el tiempo, pero el tiempo sigue generando el drama. Ese drama que encierra los secretos del crecimiento de Medellín, esa ciudad que me trae y me lleva y llevo y traigo en mis películas me pide a gritos que siga contando esa historia comenzada hace 25 años. El viaje a Medellín, a Moravia tenía un propósito esencial, detectar el cómo continuar. Por dónde, con quién. Todos los habitantes de Moravia saldrán de esa montaña barrio volcán basurero. Unos están siendo reubicados en las laderas alejadas de la ciudad. Los han llevado a unos bloques multifamiliares en los confines del nuevo metro cable de San Javier, en La Huerta, o en Pajarito; otros son reubicados en los edificios que se encuentran a unos mil metros hacia el norte, entre los barrios de ladrillo que surgieron de igual manera que moravia, por el desplazamiento, la violencia, el destierro de otros barrios o municipios del Chocó, de Urabá, de Antioquia... pobreza, paramilitarismo, guerrilla, violencia, llenaron ese borde del río de ciudadanos sedientos de un espacio. Pero cómo contar esta historia... El viaje a Medellín me dio pistas. Me volvió a llevar a la vieja obsesión planteada por la Balada del mar no visto: el camino al mar, al horizonte. El río, siempre el río. El cauce, el fluír de la vida y el tiempo. Todo lo que siga tendrá que mantener el principio del poema que encontró en la búsqueda de una salida al encerramiento a la desesperanza. Tal vez es misión imposible. Pero las obsesiones humanas es lo que quiere contar la nueva película. Vienen palabras que inspiran como por amor a moravia, pero falta el mar, entonces es mejor decir, armar a moravia, calmar a moravia, cualquier cosa así... ya el tiempo dirá. Ahora me tocará escribir el proyecto, buscar financiación, seguir, seguir, seguir....

jueves, 7 de mayo de 2009

Entre la perra Lassie y la tera Lacie

La palabra TERA se me volvió un suplicio. Prefiero recordar a la perra Lassie que a mi Tera Lacie. Esa cajita metálica que almacena todo lo que hago, me ha traicionado. Tienes que tener dos, me dice mi seño, los amigos, todo el mundo me lo repite deletreadito, dos, dos memorias, que eso me pasa por pendejo. Cuál, eso fue el destino. En un determinado momento tenía todas esas imágenes, como 120 gigas metidas en un disco, las pasé a otro, al de Víctor Manuel,el editor,y antes se las pasé al otro, el editor que no pudo hacer el trabajo... emito nombres a propósito. Y por necesidad de espacio las borraron... cuando me proponía a trasladarlas a otro back-up, se daño el disco. Y empezó el dolor. Ahora espero que don Ariel, el técnico que me recomendó Congo, me confirme si fue capaz de recuperar el Codec de los punto mov. o si las files borradas en el pequeño lacie 250 donde fueron grabadas guardan la memoria. En mi alma la única palabra que ladra es lassie, hijueperra.

domingo, 3 de mayo de 2009

Imágenes de un país desconocido- revival.

El martes pasado estuve en una jornada pedagógica en la Universidad Autónoma de Occidente en Cali. En la mañana presenté El corazón ante una sala repleta de estudiantes de todas las carreras y en la tarde, sentados en una mesa de trabajo, con varios profesores y alumnos avanzados de comunicación, quienes van a lanzar el programa de cine estuvimos hablando, teorizando, dándole vueltas a mi experiencia como realizador. A medida que hablaba iba proyectando extractos de mis películas o los cortometrajes que por fortuna he digitalizado. Fue una sesión interesante de balance, qué he hecho, cómo lo he hecho, cómo se hilan unos y otros, como se inserta la visión de realizador-espectador de un trabajo. Sirvió para darle precisión a esa árdua jornada la lectura de un artículo que escribí hace varios años con motivo de una invitación al foro sobre Colombia, paz y democracia en la universidad De Paul en Chicago, y que luego fuera publicado por la revista Número : "Imágenes de un país desconocido". Que sea la oportunidad para publicarlo de nuevo.

Imágenes de un país desconocido.

Ponencia en tres secuencias para el foro sobre Colombia, Paz y Democracia.
Por Diego García Moreno Realizador colombiano de cine y video documental
Center for Latino Research
DePaul University en Chicago
Abril 25 de 2002


Secuencia número 1. COLOMBIA CON y SIN SENTIDO. Exterior día y noche.

Gran parte del trabajo cinematográfico documental que he realizado está incluido en una trilogía que se define por la palabra Colombia.

Colombia Elemental.
Colombia Horizontal.
Colombia con-sentido.

Y espero realizar en un día no muy lejano Colombia Vertical.

Todo este cuento nació un día en que hastiado de sentirme representado por imágenes de una Colombia reducida a la guerra y el narcotráfico, me hice muchas preguntas del estilo ¿Quién soy? ¿Qué es lo que más me gusta? ¿Cuáles son mis pasiones? ¿Qué detesto? ¿Qué admiro? ¿Qué tenemos de común aquellos que aceptamos llamarnos colombianos y cuáles son nuestras diferencias? Como cineasta, trabajador de la imagen en movimiento y el sonido quería encontrar temas que modificaran, entiéndase ampliaran, la lectura de lo que somos. No se trataba de negar toda esa sobredosis de imágenes y titulares de destrozos, bombas, muertos, que recorrían el mundo, y se convertían en parte integral de nuestra cotidianidad al igual que hoy. No. Era algo diferente. Sentía que era necesario regresar a imágenes inspiradas en preguntas esenciales que a lo mejor podrían colaborar a descifrar, a entender la historia que ha permitido llegar a estos abominables conflictos que vivimos.
En resumen, quise irrumpir en esa curiosa denominación “identidad de un país” para tratar de desentrañarla, comprenderla... de comprendernos, de comprenderme. Había que agrandar el campo de visión sobre Colombia para poder salir del infame cliché al que habíamos llegado. Y no era generar una “buena imagen” como la oficialidad pretende, sino de llegar a una “justa imagen”, aquella que no esconde los contrastes de la realidad sino que valora y al tiempo desenmascara lo bello y lo infame de nuestra condición humana.

Fue cuando entonces en un acto de amor irónico confesé que lo que más me gustaba era LA AREPA y partí hacia Medellín en un período de desgarradora violencia a principios de los noventa, a realizar un documental sobre el único elemento del que se podía estar seguro nadie pondría en duda su importancia en la esencia del pueblo paisa.

Ahí nació COLOMBIA ELEMENTAL. Tenía enfrente la primera metáfora que me daba la licencia de entrar en la vida cotidiana de mis coterráneos y a través de ella entender, o al menos intuir, su religiosidad, su orgullo, sus pasiones, sus convicciones radicales, su extremismo, su encerramiento.

El trabajo fue complementado con otro documental llamado EL TROMPO, un juguete fascinante que es común a todas las culturas y que en el país se practica en todas las regiones. Se trataba de utilizar como elemento narrativo un objeto que encerraba las leyes físicas del movimiento universal y que en su forma más generalizada de jugarlo, lanzándolo con una piola, un amigo artista de Palmira había encontrado una propuesta de paz. Envolver este trozo de madera pesado, provisto de un clavo, en un hilo y con toda la fuerza del cuerpo lanzarlo, pero no contra nadie, no como un arma corto-punzante, sino traerlo a la pita y que bailara en el aire e hiciera fascinantes figuras. Utilizar toda la violencia que la naturaleza y el cuerpo pueden generar, para volverla arte, para hacerla danzar en el espacio sobre un hilo. La lúdica como un arma para lograr la paz hacía parte de la propuesta popular y nos ilustraba la capacidad de dicha y creatividad de nuestra gente.

Para redondear la serie de COLOMBIA ELEMENTAL vino luego LA CORBATA. Quería hacerle una película a Bogotá, la capital, la ciudad que en ese entonces se asociaba básicamente con el poder, la corrupción y la burocracia. Construí entonces un agridulce homenaje utilizando otra metáfora: esa curiosa prenda de vestir que simboliza en apariencia simplemente la elegancia pero que detrás esconde y arrastra un enorme halo de hipocresía y los principios de un comportamiento social adecuado a una digna sociedad clasista. A través de una buena clase en un aula primaria de la ciudad un ingenuo pero bien intencionado profesor nos enseña por qué debemos utilizar la corbata si queremos triunfar en la vida.

Posteriormente apareció COLOMBIA HORIZONTAL. Un recorrido panorámico por todo el país haciendo énfasis en su diversidad. Las diferencias esenciales se delatan en el lecho. En la manera de construir y vivir el objeto en el que soñamos y amamos, convalecemos, reposamos y morimos. Intenté acostar a todos los profesionales y constructores de lechos que pude para conversar con ese tono profundo y misterioso que nos regala la posición horizontal. Todos en el suelo o todos en la cama. El mundo precolombino representado por LA HAMACA y LA ESTERA se codean con LA CAMA colonizadora traída por occidente, y con la dura ACERA donde los conflictos actuales, el desplazamiento, la pérdida del lecho y del valor del propio cuerpo obligan a buscar el reposo en un territorio de nadie. Y todo rodeado por la sombra de la muerte. Las sagradas tumbas de los indígenas se convierten en una esperanza y un ejemplo de vida ante la terrible banalización a la que se ha llegado con la comercialización de EL ATAUD como resultado de la creciente sobredosis de muerte.

Las imágenes que vimos hace un rato hacen parte de COLOMBIA CON-SENTIDO. Tuve el honor de asistir y grabar durante los años 1997 y 98 los encuentros nacionales de cultura de la Expedición Crea. En estos eventos se congregaron artistas representantes de todas las comunidades de las Zonas Norte -Atlántico, Occidente- Pacífico, Oriente-Orinoco, Sur-Amazonas y Centro-Andina. Fue una expedición que en aquella época se organizó a través del Ministerio de Cultura y con un masivo apoyo civil y popular jamás visto en Colombia. Realicé por encargo un documental sobre cada uno de esos encuentros. Y luego, me propuse armar a partir de esa enorme e inimaginable multiplicidad de imágenes, sin respetar lugar, ni origen, un solo cuerpo, una visión de autor sobre el conjunto de artistas que aceptaron mostrar su sabiduría en el escenario aceptándose como parte de un solo país. Me puse en la tarea de analizar la gestual de todas esas comunidades, ya fuesen indígenas, blancos o negros, citadinos o campesinos, y empatarla como si fueran una sola entidad llamada Colombia. Utilicé como guía los sentidos que Occidente nos enseñó como verdad única, pero le agregué otros que hacen parte de otra sabiduría emparentada con lo ancestral. Entonces aparecieron el TACTO, la VISTA, el sentido del COLOR, el OÍDO, el sentido del RITMO independiente del anterior, el GUSTO, el TACTO y por supuesto el sentido del TIEMPO, el sentido del ESPACIO, y la CONCIENCIA. Decidí convertir todo eso en un cuerpo, fabricar un sancocho a la manera propia de nuestra cocina, aspirar su aroma y presentarla como alimento visual para ver qué efecto producía al ser digerida.

La gran riqueza de Colombia consiste en que es un país de muchas realidades. Es un país de muchas culturas. EN COLOMBIA CON-SENTIDO se hace evidente. Y la gran tragedia de Colombia es el desconocimiento de esa diversidad. Un desconocimiento que ha generado intolerancia, irrespeto. Su propia ignorancia ha abonado el terreno del conflicto.

Se filma para descubrir, para pensar, para gozar y sufrir, para dejar constancia, memoria. En algunos casos se filma para ensalzar los grandes acontecimientos, y en otros se filma para darle importancia a las cosas que parecen banales. Mi trabajo ha consistido en darle importancia a gentes y temas para quienes las imágenes también parecieran haber sido negadas. Para que los cantos que no se escuchan puedan ser oídos. Para que las cosas pequeñas de la vida sean tenidas en cuenta.

Hoy estamos lejos de Colombia y hablando de ella. La distancia provoca reflexiones. A distancia observo las imágenes que he grabado de mi país. Por fortuna no se parecen a un noticiero. A distancia reflexiono sobre el país que arrastro en cassettes, sobre el sinnúmero de personas que durante veinte años de trabajo he grabado. Desde los bailarines de tango en el barrio Manrique en Medellín hasta el bailarín de Flamenco paisa que zapatea en la sacristía de Notre-Dame en París. Y me emociono y siento nostalgia y tristeza. Todos ellos hacen parte de un país en guerra. Los personajes de los cassettes a lo mejor son ya puramente imágenes, recuerdos. A lo mejor cayeron en un ataque de los unos o de los otros. A lo mejor tuvieron que dejar su tierra y abandonar sus vestidos, sus brazaletes, sus instrumentos musicales al lado de sus ollas y tenedores. Esa guerra duele también porque aparte de traer muerte, para muchos ni sus muertes podrán ser acompañadas por sus propios cantos y rituales fúnebres. Ellos también habrán desaparecido. Y la tragedia no es colombiana sino universal.

Ojalá que esta pequeña recopilación de imágenes que he hecho sirva de algo en la valoración de esa diversidad que conjuga la palabra y ayude, unida al gran esfuerzo de muchos otros, a terminar con ese calamitoso desangre que nos ha acompañado desde que nacimos.




SECUENCIA número dos. ANÉCDOTAS de rodaje. Exterior atardecer.

A finales de los noventa, grabando mi película Colombia Horizontal, fui a Tuchín en el resguardo de San Andrés de Sotavento en el departamento de Córdoba. Un artesano con lágrimas en los ojos me contó que en la región ya nadie hablaba su lengua Zenú. Se quitó el sombrero “vueltiao” que llevaba en su cabeza y me enseñó las inscripciones.

-Mire estos dibujitos que nosotros hacemos con iraca, son los únicos signos de la lengua que pudimos guardar. Ya hace como veinte años que nadie la sabe hablar.

Su lengua había desaparecido como efecto de la prohibición que los señores gamonales de las inmensas y fértiles fincas de la región del Sinú habían impuesto a sus peones durante siglos. Aquí ya sólo se habla español.

En la misma época fui a grabar un encuentro nacional de cultura de la ya mencionada Expedición CREA en el Caquetá. Entre los invitados se encontraba el grupo de danzas de la comunidad Coreguaje. Estos artistas no se hicieron presentes. Decidí ir a buscarlos para que nos explicaran su decisión. Encontré clandestinamente a tres de sus líderes en un hotelucho de Florencia. Quince días antes, ocho de sus integrantes habían sido asesinados. Recientemente habían llegado grupos paramilitares a la región. La comunidad había quedado en medio de un fuego cruzado de los llamados “actores del conflicto” y la unidad de la comunidad había sido quebrada. Los convencimos de salir de su silencio y denunciar ante la comunidad internacional la nueva masacre.

En otra oportunidad buscaba en el Guainía artesanos que me mostraran el proceso de fabricación de la hamaca de la palma de moriche. Después de mucho recorrer en vano la región, me tope en un playón del río Inírida con una comunidad Curripaca que venía de un encuentro evangélico en un pueblo vecino de Venezuela. No hombre, me dijo el capitán del grupo. Ahora todos compramos colchón. Hamaca sólo cargamos éstas que son de fábrica. Para que lo entendiera me puso un ejemplo. “Nosotros antes navegábamos a remo, ahora todos tenemos motor.”

Otra anécdota para terminar con los cuentecitos. En 1987, un amigo realizador me invitó a editarle su documental “Chaparral”. Se trataba de una investigación donde el hilo conductor era el por qué a finales de los años cincuenta se compone tanto corrido al estilo mejicano en el Tolima. Entre los asombrosos resultados de la investigación de este cineasta antropólogo se encuentra la triste evidencia que durante “la violencia” fueron asesinados un sinnúmero de artistas populares, que varias danzas y expresiones locales que no habían sido grabadas en formato alguno desaparecieron porque simplemente no había quien las enseñara y la forma dominante que el radio tenía de moda, los corridos mejicanos, fue siendo adaptada a los relatos de las gestas bandoleras que se vivían en la región. Lo triste es que este documental fue censurado por la dirección de Colcultura considerando que Colombia no estaba apta para digerir ese tipo de información.

En Colombia pocas personas saben que en su país, Colombia, perdón por repetir su nombre, en ese paraíso natural del que tanto se precian y desconocen, hay sesenta y cuatro lenguas, indígenas vivas, -¿no serán sesenta y cinco?- y se calcula que durante el siglo veinte desaparecieron unas veinte... Todavía no sabemos si en dos años que han transcurrido del nuevo milenio la lista de defunciones ha aumentado.

Tal vez al contar estas anécdotas pueda intuirse el sentido del trabajo documental que desde hace veinte años he venido realizando: descubrir, narrar y pensar a Colombia.
Repito que desde que nací el país está en guerra y durante años aprendimos, o nos enseñaron… a no reconocerlo. Ni al país ni a sus conflictos. Los valores culturales que se enseñaban apuntaban más a descubrir la cultura pretendidamente “universal” que a reconocer los valores de “lo nuestro” ¿No será acaso el desconocimiento que tenemos del país una de las causas para su desmoronamiento?

¿Y qué diríamos del desconocimiento que el mundo tiene de ese país?

Colombia es ante el mundo “un cliché” desastroso de terror y muerte. La única imagen posible de armar proviene de los desastres que generan sus conflictos. Pero se sabe tan poco del origen y el desarrollo de ellos. Y esa imagen actual ha hecho olvidar que es un territorio que aparte de sus propios defectos es un territorio riquísimo que ha sido saqueado por la sed de Dorados desde el momento que se tiene conocimiento de su existencia.

Bailar, morir, jugar, comer, cantar, llorar, dormir, vestir, reír, sufrir… estos son verbos que he tratado de convertir en imágenes en el intento de descifrar qué es Colombia.






SECUENCIA TRES. El amor y el exilio. Interior Noche.

La película documental “Colombia Horizontal” comienza con una foto de mi esposa preñada, desnuda, acompañada por una voz en off que dice:

“Después de recorrer muchos países y lechos de este mundo convencí a mi esposa de que el mejor sitio para que naciera nuestro hijo era Colombia...”

Era el año de 1994 y se decía que Colombia estaba peor que nunca, una frase que repetidamente escucho desde que nací. Mi esposa americana aceptó aquella fundamental invitación porque por encima de todas las informaciones que recibía de ese país a través de los medios de comunicación creía en la fuerza vital de un país que había conocido en su juventud y sentía que mis argumentos estaban cargados de fé y convicción en el destino de mi tierra natal. Yo la invitaba a parir el fruto de nuestro amor en un país hermoso donde la naturaleza parecía un regalo que el universo se hiciera a sí mismo y donde la diversidad de lo humano se encontraba en todo su esplendor. No era una visión simplemente idílica la que le presentaba del país, pues a pesar de haber vivido en el extranjero por muchos años, continuamente lo visitaba para filmar y estaba al tanto de sus conflictos y terribles condiciones sociales. Pero sentía que esos problemas eran también una razón para estar allí, para concentrar nuestros conocimientos profesionales en la tarea de ayudar a conocerlos y descifrarlos, para trabajar por su solución. Colombia era un país donde nuestro hijo tendría enfrente una poderosa dosis de magia y realidad para entender la condición humana por dura que fuese, sin caer en el engaño del paraíso artificial que el primer mundo fabricaba a través de la desinformación y la casi imperceptible succión de la energía y riqueza del llamado tercer mundo. Era un país donde aprendería a gozar y a sufrir enfrentado al fenomenal reto de aprender a valorar la multiplicidad de la vida que Colombia le ofrecía.

Tomás, nuestro hijo, nació en Bogotá en mayo de 1995, pero en noviembre del año dos mil viajó con su madre a Chicago en busca de una vida lejos de la guerra que se había declarado, del terror cotidiano que mi esposa ya no podía soportar más y consideraba que no era la compañía apropiada para la salud mental de un niño. Mi familia se convirtió en un número mas de la enorme cifra de colombianos que huyen día a día del país en busca de un territorio que les permita vivir en paz. Y desde entonces para mí la tierra se ha convertido en un extraño lodo fangoso en el que no hallo el apoyo necesario para respirar con firmeza, donde me debato día a día entre el estar aquí o allá a sabiendas de que cualquier decisión es una mutilación de un elemento esencial en la vida, el entierro de una ilusión, la muerte de otra pequeña sabiduría que el amor había querido alimentar.

DIEGO GARCIA MORENO
Chicago, abril 24 de 2002

viernes, 1 de mayo de 2009

Las palabras que leí. Inauguración ¡Danza, Colombia!

Muy buenas noches:

Muchos amigos con quienes he rumbiado me llaman “diegrito”.

Han padecido, o se han contagiado de esa euforia, de ese trance que me agarra cuando logro empatar el baile y el canto que sale por mi garganta…

A uno le preguntan ¿y si volviera a nacer , usted qué quisiera ser?
Pues rodando ¡Danza, Colombia! me dije : “pues, yo lo que quiero hacer es “baile-cantao”.

No me estoy quejando del presente. Por el contrario, creo que voy por buen camino, pues la película que vamos a ver hoy es puro baile- contao.

Agradezco, y brindo por aquellos que me regalaron la dicha de danzar con con mi cámara en su territorio , entre sus cuerpos, gestos y sus ritmos, para poder armar una coreografía documental de cuente un pedacito de su sabiduría corporal, de su memoria ancestral, de sus apuestas al futuro. Brindo por aquellos que representan a tantos que diariamente practican el rito liberador de la danza y saben o presienten que ese ¡un…dó. Tré… cuá! que rima su gesto con el gran colectivo no es más que la constancia sublimada de que hay una cajita de música llamada corazón empeñada en celebrar la vida a través de sus latidos.


La lista de los participantes y colaboradores en esta realización es muy larga. A todos ellos en el resguardo zenú de Pueblecito, en San Antonio de Palmitos, Sincelejo, Pajonal en San Onofre, El playón, María la Baja, Palenque de San Basilio y Cartagena, va un gran abrazo.
Y por allá en el Caquetá, un abrazote para los niños de la Escuela Audiovisual de Belén de los Andaquíes que realizando la pequeña animación que ayuda a ubicar el espacio de esta construcción.

A mi equipo de trabajo , a Rivillas en Medellín, a mi adorada Sally Station que debe estar bailando en Valledupar, a Víctor Manuel Ruíz que nunca para de bailar en su sala de edición ; a Ma paula Abadía ;a los infatigables gestores de cultura que desde el Ministerio sapoyaron esta producción :Cabeto, Natalia Orozco, Diana Zuluaga, Angela Beltrán y Clarisa Ruíz, A la gente de Tridha, Muchas gracias.


En nombre de laLamaraca producciones coproductora de esta película junto a la dirección de Artes del Ministerio de Cultura, agradezco su presencia y espero que este documental sea el inicio de un largo comina que cuente, que fabrique memoria de la gran , vasta, diversa cultura dancística de Colombia en toda su gran , vasta y diversa geografía.
He sido un cultivador de cartas... pero se extinguen los huertos, las postales, los destinos. Busco materos, balcones, ventanas, lienzos libres donde pueda sembrar mis dudas, mis palabras, las cascadas de imagen que a veces se me ocurren. Dale hombre, me han dicho algunas fieles amistades, invéntate un blog, escribe. Ya verás que es un buen andén para compartir tu risa, tu silencio, tus desdichas. Curioso, dócil, ingenuo, acepto jugar a lo impreciso.