Fragmentos de la fase 3 del TALLER DE LA MEMORIA en
Florencia, Caquetá. Primera entrega.
Palomo, el perro que en alguna etapa
de su genética tuvo un ancestro labrador, no ladró al vernos llegar el lunes
santo al campus. El perro mono, gordo y bajito, simplemente siguió con su
oficio de anfitrión. Lo habían dejado solo o, más bien, él había despachado a vacaciones toda la muchachada y los empleados, con profesorado incluido. Orondo, se unió a nuestra procesión rumbo al salón Chairá sin
inquietarse por las cámaras, trípodes, micrófonos, computadores, cañas y cajas
de refrigerios que habíamos traído. Viéndonos instalados, regresó a la
portería y se acostó a dormir sobre el asfalto sin prestarle atención a las
conversaciones de los celadores de la Universidad de la Amazonia.
Las nubes gordas del invierno tropical hacían que el sol atacara los edificios y el follaje y se fuera repentinamente dándole movimiento a las esculturas camufladas entre la flora amazónica. Iguanas de cemento mimetizadas con bromelias y palmeras. La manigua, un armatoste escultórico con manos de enormes dedos, en un estilo tipo expresionismo artrítico que se camuflaba con las ramas peludas y los helechos aferrados a los pomos.
-Palomo es la mascota de los estudiantes-, dijo una mujer con cara de primípara sabelotodo, como tratando de ganarse un espacio en el grupo.
-Veo caras nuevas … Deberíamos
comenzar por presentarnos-. Ese protocolo de introducción personal, que a veces solo sirve para matar tiempo en jornadas que se extienden durante todo el día, sirvió en este caso para comprender lo difícil que es mantener un grupo estable en estos procesos de formación a largo plazo y diseñar de afán un método de inclusión acelerada de los recién llegados. A medida que escuchaba sus hojas de vida, hacía en silencio un listado de los ausentes y extrañaba la presencia de algunos de ellos. Sobre todo de Diana y Yuli, que habían realizado esa hermosa película sobre la abuelita que escuchaba continuamente una canción de amor, y el documental experimental sobre la Plaza de Toros que construyó el mafioso Leonidas Vargas asesinado en España. Recordé a Paula, la energética directora de la película sobre la Satélite, la plaza de mercado de Florencia. Pero nada que hacer. Tenemos claro que, por una parte, es todo un rollo hacer que coincidan los horarios laborales o de estudio con las fechas del taller -por eso lo estamos realizando en semana santa-; por otra parte, sabemos que en su búsqueda de perspectivas de futuro, muchos emigran a estudiar o trabajar en otras ciudades, y, hay otros que simplemente desertan porque descubren que el audiovisual no es su cuento, y ahí no hay nada que hacer.
A los ocho sobrevivientes de los primeros talleres se sumaron seis caras nuevas: Wil, Brayan y Johan, tres muchachos con el mismo molde, -es que somos primos, dijo el más nerdo-, que tienen ya un proyecto audiovisual en marcha, bienvenidos sean; Yusseth, un estudiante desertor de la carrera de literatura que busca redireccionarse hacia la comunicación; Sandra, una artista plástica, algo mayor que la media del grupo, apasionada por la fotografía, y Fabián, alias Mango, un músico con bastante sensibilidad social que había trabajado en proyectos comunitarios con Acnur. Una camada interesante que aporta al grupo un nivel de estudios avanzado y pareciera tener más claro su interés por el cine y el audiovisual. Sumados a los 8 que han permanecido desde el comienzo de los talleres tenemos entonces un grupo nuevo a configurar. A amasar, entonces, saberes y experiencias, vacíos e intuiciones.
-En esta tanda, chicos, vamos a hacer
énfasis en el sonido.
Tratando de sintetizar el contenido
de los talleres anteriores para las caras nuevas, hice un esfuerzo pedagógico en el que quedaba claro que,
de nuevo, narraríamos una historia ubicada en un espacio cargado de memoria del
conflicto como es el Caquetá, que trataríamos de profundizar y retratar unos
personajes bajo los efectos de la vida y su espacio social, con el
impacto de la luz, bajo el tono de sus dichas y conflictos, que tendríamos
obligatoriamente que llegar a una síntesis de acontecimientos, pero que en esta
ocasión, la tercera fase del proyecto, estaríamos atentos, más que nunca, al
mundo sonoro.
- Supongo que ya leyeron la cartilla,
pero sería bueno que la repasemos juntos...:
"Activa tus oídos. Empieza a evidenciar el sonido con el elemento
más cercano que tienes. Tu propio cuerpo. Eres una caja de música. Escucha tu
corazón, tu pulso. Escucha tu respiración. Tu corazón y tu respiración cambian
en función de tus estados anímicos, de los estímulos que recibes, de las
acciones que realizas. Se aceleran, se agitan, aumentan su volumen, se calman. A veces
olvidas que suenas, pero este es el momento de tener conciencia de que cada ser
produce ruidos. Ruidos que son voluntarios o involuntarios, orgánicos. Escucha
los roces de la piel. Todas las acciones humanas producen un ruido. Cuando
comes, cuando das un beso, cuando tu barriga está revuelta, cuando duermes.
Camina. Escucha tus pasos. Si escuchas con atención te darás cuenta de que no
suenan igual cuando pisas la tierra, o una baldosa, o marchas sobre el metal o
sobre el pasto; que cada material, cada textura influye en el ruido que
escuchas. Que no suenan igual si estás en un interior o en un exterior. En una
iglesia o en tu cuarto, en el parque del pueblo, en la cancha de fútbol
o en la selva.
Cierra los ojos y escucha. No necesitas de la vista para escuchar el
sonido. El sonido se esparce por el espacio. No necesitas estar viendo el
objeto que produce el ruido para escucharlo. A diferencia de la imagen, que
necesitas ver la acción para comprenderla, el sonido puede existir sin ver su
fuente de origen. Las imágenes tienen sonidos sincrónicos que son los que
producen los personajes, objetos, máquinas, las acciones que ves. Y los asincrónicos,
que son aquellos que no están justificados por una acción en la pantalla o que
tu agregas a la imagen por alguna razón.
Hagamos un ejercicio. Busca un espacio silencioso que para ti sea
importante pues allí ocurrió algo muy trascendental de tu vida. Con la ayuda de
un equipo de compañeros cinéticos haz una grabación donde escuchemos los
sonidos de tu cuerpo. Fíjate que para escucharlo necesitas mucho silencio. Que
no hayan otros ruidos que impidan escuchar. Y luego interviene con tu voz. Cuéntanos
ese recuerdo. Utiliza la palabra. Dale importancia a los silencios.
El ritual quedó lanzado. Me pareció
que al grupo se le crecieron las orejas y que empezaban a diferenciar en el paisaje la distancia de las chicharras, las motos y el estruendo de las motosierras. Pero vamos a lo que vinimos. A ver, ¿cuáles
son los proyectos? Joghis, nuestra tallerista anfitriona, protagonista hace años de la hermosa película La Sirga, miró con sus ojitos redondos y vivaces a sus nuevos alumnos, y les hizo un gesto como de "pilas, a mostrar pues lo que han avanzado, no fueron en vano este par de semanas que he hemos trabajado".
Yusseth salió al
tablero. Rubio y peludo, de mediana estatura y apariencia serena, con varios semestres de universidad a
cuestas y un estilo que delataba su iniciación en el mundo literario, contó la saga de don Manuel, el abuelo de
un gran amigo suyo, que fue ciclista, motociclista, rumbero, dentista,
marinero, seductor, finquero, coquero, negociante. Pero lo que más me llamó la
atención en su relato fue el comienzo de su vida, el periplo intercontinental de sus padres hasta su concepción enun pueblito del Huila. ¿Y cómo vas a contar todo eso, compadre?
Manuel "el Audaz".
Sinopsis.
Pedro sabe que su abuelo Manuel fue
el fruto de la odisea de un seminarista marinero catalán que se enamoró de una
monja y huyó con ella a la amazonía. Ahora, cuando el viejo Manuel es visitado
todas las mañanas por una enfermera que le hace terapia respiratoria, quiere
saber cómo llegó al Caquetá y cuáles fueron las etapas de su vida. Las pistas
están en las fotos y cuadernos que ha guardado la mamá de Pedro donde se le ve entre
motos, bicicletas, citas de dentistería, juergas y mujeres.
Mango, también es nuevo. Este muchacho grande, gordo y
comelón, paciente y buen escucha, con bastante sensibilidad social, aparte de un músico es un defensor de los derechos humanos que trabajó en Acnur, la agencia de Naciones Unidas para los refugiados en varios proyectos en el Caquetá. Fabian, su verdadero nombre, tenía otra saga por contar: la de Paloquemao, un barrio de
invasión en Florencia en una vega, zona de riesgo, al lado occidental del Río Hacha, donde una mujer trabaja de canoera cruzando
la gente de lado a lado. Trajo una investigación tan detallada sobre los aconteceres del barrio que lo urgimos a tomar una pronta decisión sobre el aspecto consideraba más importante y viable para trabajar por el momento. Después tendría todo el tiempo, si la pila y el convencimiento permanecían, para contarnos en una serie o en un largometraje todos esos aspectos que le parecían importantes.
La canoaera. Sinopsis.
Doña Consuelo consiguió su trabajo como canoera porque en su natal Puerto Boyacá, de niña, aprendió a remar. Todas las mañanas inicia sus labores pasando en su canoa los transeúntes que van de Paloquemao, un barrio de invasión, habitado por desplazados en una vega de riesgo del río Hacha hasta la Atalaya, un barrio comercial de Florencia donde muchos de ellos trabajan, mendigan, o asisten a la escuela. Menuda, blanquita, esta mujer de cincuenta y cuatro, rema con sus ojos tristes que parecieran guardar muchos secretos bajo sus gafas. Al terminar su jornada vuelve a su rancho a medio construir donde vive con su hija, sus nietos y el recuerdo del hijo decapitado que perdió por la guerra en el Putumayo y la violencia que la hizo buscar una nueva vida en una improbable tierra prometida.
Doña Consuelo consiguió su trabajo como canoera porque en su natal Puerto Boyacá, de niña, aprendió a remar. Todas las mañanas inicia sus labores pasando en su canoa los transeúntes que van de Paloquemao, un barrio de invasión, habitado por desplazados en una vega de riesgo del río Hacha hasta la Atalaya, un barrio comercial de Florencia donde muchos de ellos trabajan, mendigan, o asisten a la escuela. Menuda, blanquita, esta mujer de cincuenta y cuatro, rema con sus ojos tristes que parecieran guardar muchos secretos bajo sus gafas. Al terminar su jornada vuelve a su rancho a medio construir donde vive con su hija, sus nietos y el recuerdo del hijo decapitado que perdió por la guerra en el Putumayo y la violencia que la hizo buscar una nueva vida en una improbable tierra prometida.
La Nanis, es una vieja conocida. Estudiante de derecho, habitante del barrio popular la Gloria, hermanita de Giselle, la chica que después de haber hecho un curso de criminalística, entró al taller de la Memoria y colaboró en la edición de La Satélite, el docu sobre la plaza de mercado de la fase 2. Recuerdo que Nani en el anterior taller hacía parte del proyecto sobre el Curiplaya, pero, por incumplida, se ganó muchos regaños; pero en esta ocasión llegó cargada de energía y presentó un proyecto sobre el caserío donde vive su abuela, La Mono, un corregimiento de Belén de los Andaquíes que padeció la violencia paramilitar más terrible a principios del 2000. En semana santa mucha gente retorna al pueblo.... escuchen, pues.
El Viacrucis de la Mono. Sinopsis
Cada viernes santo la
población de La Mono se reúne para desfilar en la procesión del viacrucis. Este
corregimiento de Belén de los Andaquíes fue víctima de la más terrible barbarie
paramilitar a principios del siglo 21. Los pasos de la marcha religiosa
son un espacio para recordar. Los testimonios de las víctimas de la guerra se
superponen al desfile. Este documental conjuga en una ceremonia de reflexión,
reconciliación, sanación de heridas, un ritual de la tradición
judeocristiana y el flagelo de un pueblo.
CONTINUARÁ...