domingo, 3 de mayo de 2009

Imágenes de un país desconocido- revival.

El martes pasado estuve en una jornada pedagógica en la Universidad Autónoma de Occidente en Cali. En la mañana presenté El corazón ante una sala repleta de estudiantes de todas las carreras y en la tarde, sentados en una mesa de trabajo, con varios profesores y alumnos avanzados de comunicación, quienes van a lanzar el programa de cine estuvimos hablando, teorizando, dándole vueltas a mi experiencia como realizador. A medida que hablaba iba proyectando extractos de mis películas o los cortometrajes que por fortuna he digitalizado. Fue una sesión interesante de balance, qué he hecho, cómo lo he hecho, cómo se hilan unos y otros, como se inserta la visión de realizador-espectador de un trabajo. Sirvió para darle precisión a esa árdua jornada la lectura de un artículo que escribí hace varios años con motivo de una invitación al foro sobre Colombia, paz y democracia en la universidad De Paul en Chicago, y que luego fuera publicado por la revista Número : "Imágenes de un país desconocido". Que sea la oportunidad para publicarlo de nuevo.

Imágenes de un país desconocido.

Ponencia en tres secuencias para el foro sobre Colombia, Paz y Democracia.
Por Diego García Moreno Realizador colombiano de cine y video documental
Center for Latino Research
DePaul University en Chicago
Abril 25 de 2002


Secuencia número 1. COLOMBIA CON y SIN SENTIDO. Exterior día y noche.

Gran parte del trabajo cinematográfico documental que he realizado está incluido en una trilogía que se define por la palabra Colombia.

Colombia Elemental.
Colombia Horizontal.
Colombia con-sentido.

Y espero realizar en un día no muy lejano Colombia Vertical.

Todo este cuento nació un día en que hastiado de sentirme representado por imágenes de una Colombia reducida a la guerra y el narcotráfico, me hice muchas preguntas del estilo ¿Quién soy? ¿Qué es lo que más me gusta? ¿Cuáles son mis pasiones? ¿Qué detesto? ¿Qué admiro? ¿Qué tenemos de común aquellos que aceptamos llamarnos colombianos y cuáles son nuestras diferencias? Como cineasta, trabajador de la imagen en movimiento y el sonido quería encontrar temas que modificaran, entiéndase ampliaran, la lectura de lo que somos. No se trataba de negar toda esa sobredosis de imágenes y titulares de destrozos, bombas, muertos, que recorrían el mundo, y se convertían en parte integral de nuestra cotidianidad al igual que hoy. No. Era algo diferente. Sentía que era necesario regresar a imágenes inspiradas en preguntas esenciales que a lo mejor podrían colaborar a descifrar, a entender la historia que ha permitido llegar a estos abominables conflictos que vivimos.
En resumen, quise irrumpir en esa curiosa denominación “identidad de un país” para tratar de desentrañarla, comprenderla... de comprendernos, de comprenderme. Había que agrandar el campo de visión sobre Colombia para poder salir del infame cliché al que habíamos llegado. Y no era generar una “buena imagen” como la oficialidad pretende, sino de llegar a una “justa imagen”, aquella que no esconde los contrastes de la realidad sino que valora y al tiempo desenmascara lo bello y lo infame de nuestra condición humana.

Fue cuando entonces en un acto de amor irónico confesé que lo que más me gustaba era LA AREPA y partí hacia Medellín en un período de desgarradora violencia a principios de los noventa, a realizar un documental sobre el único elemento del que se podía estar seguro nadie pondría en duda su importancia en la esencia del pueblo paisa.

Ahí nació COLOMBIA ELEMENTAL. Tenía enfrente la primera metáfora que me daba la licencia de entrar en la vida cotidiana de mis coterráneos y a través de ella entender, o al menos intuir, su religiosidad, su orgullo, sus pasiones, sus convicciones radicales, su extremismo, su encerramiento.

El trabajo fue complementado con otro documental llamado EL TROMPO, un juguete fascinante que es común a todas las culturas y que en el país se practica en todas las regiones. Se trataba de utilizar como elemento narrativo un objeto que encerraba las leyes físicas del movimiento universal y que en su forma más generalizada de jugarlo, lanzándolo con una piola, un amigo artista de Palmira había encontrado una propuesta de paz. Envolver este trozo de madera pesado, provisto de un clavo, en un hilo y con toda la fuerza del cuerpo lanzarlo, pero no contra nadie, no como un arma corto-punzante, sino traerlo a la pita y que bailara en el aire e hiciera fascinantes figuras. Utilizar toda la violencia que la naturaleza y el cuerpo pueden generar, para volverla arte, para hacerla danzar en el espacio sobre un hilo. La lúdica como un arma para lograr la paz hacía parte de la propuesta popular y nos ilustraba la capacidad de dicha y creatividad de nuestra gente.

Para redondear la serie de COLOMBIA ELEMENTAL vino luego LA CORBATA. Quería hacerle una película a Bogotá, la capital, la ciudad que en ese entonces se asociaba básicamente con el poder, la corrupción y la burocracia. Construí entonces un agridulce homenaje utilizando otra metáfora: esa curiosa prenda de vestir que simboliza en apariencia simplemente la elegancia pero que detrás esconde y arrastra un enorme halo de hipocresía y los principios de un comportamiento social adecuado a una digna sociedad clasista. A través de una buena clase en un aula primaria de la ciudad un ingenuo pero bien intencionado profesor nos enseña por qué debemos utilizar la corbata si queremos triunfar en la vida.

Posteriormente apareció COLOMBIA HORIZONTAL. Un recorrido panorámico por todo el país haciendo énfasis en su diversidad. Las diferencias esenciales se delatan en el lecho. En la manera de construir y vivir el objeto en el que soñamos y amamos, convalecemos, reposamos y morimos. Intenté acostar a todos los profesionales y constructores de lechos que pude para conversar con ese tono profundo y misterioso que nos regala la posición horizontal. Todos en el suelo o todos en la cama. El mundo precolombino representado por LA HAMACA y LA ESTERA se codean con LA CAMA colonizadora traída por occidente, y con la dura ACERA donde los conflictos actuales, el desplazamiento, la pérdida del lecho y del valor del propio cuerpo obligan a buscar el reposo en un territorio de nadie. Y todo rodeado por la sombra de la muerte. Las sagradas tumbas de los indígenas se convierten en una esperanza y un ejemplo de vida ante la terrible banalización a la que se ha llegado con la comercialización de EL ATAUD como resultado de la creciente sobredosis de muerte.

Las imágenes que vimos hace un rato hacen parte de COLOMBIA CON-SENTIDO. Tuve el honor de asistir y grabar durante los años 1997 y 98 los encuentros nacionales de cultura de la Expedición Crea. En estos eventos se congregaron artistas representantes de todas las comunidades de las Zonas Norte -Atlántico, Occidente- Pacífico, Oriente-Orinoco, Sur-Amazonas y Centro-Andina. Fue una expedición que en aquella época se organizó a través del Ministerio de Cultura y con un masivo apoyo civil y popular jamás visto en Colombia. Realicé por encargo un documental sobre cada uno de esos encuentros. Y luego, me propuse armar a partir de esa enorme e inimaginable multiplicidad de imágenes, sin respetar lugar, ni origen, un solo cuerpo, una visión de autor sobre el conjunto de artistas que aceptaron mostrar su sabiduría en el escenario aceptándose como parte de un solo país. Me puse en la tarea de analizar la gestual de todas esas comunidades, ya fuesen indígenas, blancos o negros, citadinos o campesinos, y empatarla como si fueran una sola entidad llamada Colombia. Utilicé como guía los sentidos que Occidente nos enseñó como verdad única, pero le agregué otros que hacen parte de otra sabiduría emparentada con lo ancestral. Entonces aparecieron el TACTO, la VISTA, el sentido del COLOR, el OÍDO, el sentido del RITMO independiente del anterior, el GUSTO, el TACTO y por supuesto el sentido del TIEMPO, el sentido del ESPACIO, y la CONCIENCIA. Decidí convertir todo eso en un cuerpo, fabricar un sancocho a la manera propia de nuestra cocina, aspirar su aroma y presentarla como alimento visual para ver qué efecto producía al ser digerida.

La gran riqueza de Colombia consiste en que es un país de muchas realidades. Es un país de muchas culturas. EN COLOMBIA CON-SENTIDO se hace evidente. Y la gran tragedia de Colombia es el desconocimiento de esa diversidad. Un desconocimiento que ha generado intolerancia, irrespeto. Su propia ignorancia ha abonado el terreno del conflicto.

Se filma para descubrir, para pensar, para gozar y sufrir, para dejar constancia, memoria. En algunos casos se filma para ensalzar los grandes acontecimientos, y en otros se filma para darle importancia a las cosas que parecen banales. Mi trabajo ha consistido en darle importancia a gentes y temas para quienes las imágenes también parecieran haber sido negadas. Para que los cantos que no se escuchan puedan ser oídos. Para que las cosas pequeñas de la vida sean tenidas en cuenta.

Hoy estamos lejos de Colombia y hablando de ella. La distancia provoca reflexiones. A distancia observo las imágenes que he grabado de mi país. Por fortuna no se parecen a un noticiero. A distancia reflexiono sobre el país que arrastro en cassettes, sobre el sinnúmero de personas que durante veinte años de trabajo he grabado. Desde los bailarines de tango en el barrio Manrique en Medellín hasta el bailarín de Flamenco paisa que zapatea en la sacristía de Notre-Dame en París. Y me emociono y siento nostalgia y tristeza. Todos ellos hacen parte de un país en guerra. Los personajes de los cassettes a lo mejor son ya puramente imágenes, recuerdos. A lo mejor cayeron en un ataque de los unos o de los otros. A lo mejor tuvieron que dejar su tierra y abandonar sus vestidos, sus brazaletes, sus instrumentos musicales al lado de sus ollas y tenedores. Esa guerra duele también porque aparte de traer muerte, para muchos ni sus muertes podrán ser acompañadas por sus propios cantos y rituales fúnebres. Ellos también habrán desaparecido. Y la tragedia no es colombiana sino universal.

Ojalá que esta pequeña recopilación de imágenes que he hecho sirva de algo en la valoración de esa diversidad que conjuga la palabra y ayude, unida al gran esfuerzo de muchos otros, a terminar con ese calamitoso desangre que nos ha acompañado desde que nacimos.




SECUENCIA número dos. ANÉCDOTAS de rodaje. Exterior atardecer.

A finales de los noventa, grabando mi película Colombia Horizontal, fui a Tuchín en el resguardo de San Andrés de Sotavento en el departamento de Córdoba. Un artesano con lágrimas en los ojos me contó que en la región ya nadie hablaba su lengua Zenú. Se quitó el sombrero “vueltiao” que llevaba en su cabeza y me enseñó las inscripciones.

-Mire estos dibujitos que nosotros hacemos con iraca, son los únicos signos de la lengua que pudimos guardar. Ya hace como veinte años que nadie la sabe hablar.

Su lengua había desaparecido como efecto de la prohibición que los señores gamonales de las inmensas y fértiles fincas de la región del Sinú habían impuesto a sus peones durante siglos. Aquí ya sólo se habla español.

En la misma época fui a grabar un encuentro nacional de cultura de la ya mencionada Expedición CREA en el Caquetá. Entre los invitados se encontraba el grupo de danzas de la comunidad Coreguaje. Estos artistas no se hicieron presentes. Decidí ir a buscarlos para que nos explicaran su decisión. Encontré clandestinamente a tres de sus líderes en un hotelucho de Florencia. Quince días antes, ocho de sus integrantes habían sido asesinados. Recientemente habían llegado grupos paramilitares a la región. La comunidad había quedado en medio de un fuego cruzado de los llamados “actores del conflicto” y la unidad de la comunidad había sido quebrada. Los convencimos de salir de su silencio y denunciar ante la comunidad internacional la nueva masacre.

En otra oportunidad buscaba en el Guainía artesanos que me mostraran el proceso de fabricación de la hamaca de la palma de moriche. Después de mucho recorrer en vano la región, me tope en un playón del río Inírida con una comunidad Curripaca que venía de un encuentro evangélico en un pueblo vecino de Venezuela. No hombre, me dijo el capitán del grupo. Ahora todos compramos colchón. Hamaca sólo cargamos éstas que son de fábrica. Para que lo entendiera me puso un ejemplo. “Nosotros antes navegábamos a remo, ahora todos tenemos motor.”

Otra anécdota para terminar con los cuentecitos. En 1987, un amigo realizador me invitó a editarle su documental “Chaparral”. Se trataba de una investigación donde el hilo conductor era el por qué a finales de los años cincuenta se compone tanto corrido al estilo mejicano en el Tolima. Entre los asombrosos resultados de la investigación de este cineasta antropólogo se encuentra la triste evidencia que durante “la violencia” fueron asesinados un sinnúmero de artistas populares, que varias danzas y expresiones locales que no habían sido grabadas en formato alguno desaparecieron porque simplemente no había quien las enseñara y la forma dominante que el radio tenía de moda, los corridos mejicanos, fue siendo adaptada a los relatos de las gestas bandoleras que se vivían en la región. Lo triste es que este documental fue censurado por la dirección de Colcultura considerando que Colombia no estaba apta para digerir ese tipo de información.

En Colombia pocas personas saben que en su país, Colombia, perdón por repetir su nombre, en ese paraíso natural del que tanto se precian y desconocen, hay sesenta y cuatro lenguas, indígenas vivas, -¿no serán sesenta y cinco?- y se calcula que durante el siglo veinte desaparecieron unas veinte... Todavía no sabemos si en dos años que han transcurrido del nuevo milenio la lista de defunciones ha aumentado.

Tal vez al contar estas anécdotas pueda intuirse el sentido del trabajo documental que desde hace veinte años he venido realizando: descubrir, narrar y pensar a Colombia.
Repito que desde que nací el país está en guerra y durante años aprendimos, o nos enseñaron… a no reconocerlo. Ni al país ni a sus conflictos. Los valores culturales que se enseñaban apuntaban más a descubrir la cultura pretendidamente “universal” que a reconocer los valores de “lo nuestro” ¿No será acaso el desconocimiento que tenemos del país una de las causas para su desmoronamiento?

¿Y qué diríamos del desconocimiento que el mundo tiene de ese país?

Colombia es ante el mundo “un cliché” desastroso de terror y muerte. La única imagen posible de armar proviene de los desastres que generan sus conflictos. Pero se sabe tan poco del origen y el desarrollo de ellos. Y esa imagen actual ha hecho olvidar que es un territorio que aparte de sus propios defectos es un territorio riquísimo que ha sido saqueado por la sed de Dorados desde el momento que se tiene conocimiento de su existencia.

Bailar, morir, jugar, comer, cantar, llorar, dormir, vestir, reír, sufrir… estos son verbos que he tratado de convertir en imágenes en el intento de descifrar qué es Colombia.






SECUENCIA TRES. El amor y el exilio. Interior Noche.

La película documental “Colombia Horizontal” comienza con una foto de mi esposa preñada, desnuda, acompañada por una voz en off que dice:

“Después de recorrer muchos países y lechos de este mundo convencí a mi esposa de que el mejor sitio para que naciera nuestro hijo era Colombia...”

Era el año de 1994 y se decía que Colombia estaba peor que nunca, una frase que repetidamente escucho desde que nací. Mi esposa americana aceptó aquella fundamental invitación porque por encima de todas las informaciones que recibía de ese país a través de los medios de comunicación creía en la fuerza vital de un país que había conocido en su juventud y sentía que mis argumentos estaban cargados de fé y convicción en el destino de mi tierra natal. Yo la invitaba a parir el fruto de nuestro amor en un país hermoso donde la naturaleza parecía un regalo que el universo se hiciera a sí mismo y donde la diversidad de lo humano se encontraba en todo su esplendor. No era una visión simplemente idílica la que le presentaba del país, pues a pesar de haber vivido en el extranjero por muchos años, continuamente lo visitaba para filmar y estaba al tanto de sus conflictos y terribles condiciones sociales. Pero sentía que esos problemas eran también una razón para estar allí, para concentrar nuestros conocimientos profesionales en la tarea de ayudar a conocerlos y descifrarlos, para trabajar por su solución. Colombia era un país donde nuestro hijo tendría enfrente una poderosa dosis de magia y realidad para entender la condición humana por dura que fuese, sin caer en el engaño del paraíso artificial que el primer mundo fabricaba a través de la desinformación y la casi imperceptible succión de la energía y riqueza del llamado tercer mundo. Era un país donde aprendería a gozar y a sufrir enfrentado al fenomenal reto de aprender a valorar la multiplicidad de la vida que Colombia le ofrecía.

Tomás, nuestro hijo, nació en Bogotá en mayo de 1995, pero en noviembre del año dos mil viajó con su madre a Chicago en busca de una vida lejos de la guerra que se había declarado, del terror cotidiano que mi esposa ya no podía soportar más y consideraba que no era la compañía apropiada para la salud mental de un niño. Mi familia se convirtió en un número mas de la enorme cifra de colombianos que huyen día a día del país en busca de un territorio que les permita vivir en paz. Y desde entonces para mí la tierra se ha convertido en un extraño lodo fangoso en el que no hallo el apoyo necesario para respirar con firmeza, donde me debato día a día entre el estar aquí o allá a sabiendas de que cualquier decisión es una mutilación de un elemento esencial en la vida, el entierro de una ilusión, la muerte de otra pequeña sabiduría que el amor había querido alimentar.

DIEGO GARCIA MORENO
Chicago, abril 24 de 2002

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He sido un cultivador de cartas... pero se extinguen los huertos, las postales, los destinos. Busco materos, balcones, ventanas, lienzos libres donde pueda sembrar mis dudas, mis palabras, las cascadas de imagen que a veces se me ocurren. Dale hombre, me han dicho algunas fieles amistades, invéntate un blog, escribe. Ya verás que es un buen andén para compartir tu risa, tu silencio, tus desdichas. Curioso, dócil, ingenuo, acepto jugar a lo impreciso.