La vida es un mínimo gesto sorprendente, un ritmo cambiante, un movimiento de apariencia regular que visto de cerca emite infinitos latidos, voces, sonrisas y gemidos diferentes. Danzar es la vida hecha pensamiento en forma de movimiento.
En Colombia, país que desde hace varias décadas padece de una guerra apestosa, danzar se ha vuelto una práctica de vida clara, contundente. Un acto y una filosofía de resistencia que hoy vamos a compartir con quienes la profesan.
Debería estar con ustedes para marcar el un-dó- tré- cuá, que une a la sociedad de los danzantes, pero la vida da giros inesperados y a veces nos obliga a detenernos para ver el último gesto de uno de ellos. En este caso es el de mi padre. Que sea esta función un homenaje, un adiós a quien me enseñó a amar el ritmo y a ser partícipe de los rituales del cuerpo acompasado.
Agradezco a Martha Raquel ese esfuerzo enorme que hizo para que pudiera estar con ustedes, pero un designio mayor nos dice que aún no es tiempo. Ya bailaremos en otro escenario, querida.
Y para todas las personas presentes en la sala y para los organizadores del Festival va mi agradecimiento y un enorme abrazo. Disfruten la película.
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