LA CAMA DESTENDIDA
Si la cama no está tendida el aire enceguecedor del mediodía es puro lastre. Y si el final de la noche fue un jolgorio de alcohol revoloteando en las encías no habrá bestia capaz de arrastrar la carreta de la vida. El apartamento se llena de suspiros de acordeón con fuelle roto y mi cráneo con aullidos de buses frenando en seco y alarmas de bomberos o ambulancias asesinas que ahogan con desprecio un motín acalorado de taladros.
Todo truena, los tenedores , los olvidos, y este chorro de humedad que intento acomodar en el vaso donde tu labial aun respira.
Me atacan estas ganas de llamarte, de invitarte a invadir esa cama destendida, de agarrarme a tus barandas limpias, a tu sabor a café amargo y naranja fría, de lubricar esta sequía entre la neblina calma, oscura, extensa, que conduce al mar donde supongo se disuelven los remordimientos , las vergüenzas, las mentiras.
Pero tus manos vagan en teclados blancos y lejanos. Tus pensamientos fabrican el pan amasando transacciones hasta que llega la noche y entras y suspiras y me miras con una pisca de desprecio y me hablas simulando la ternura:
-¡No jodás, querido! Tendé esa cama, limpiá la cocina, abrí la persiana, ponete las pilas… preparame la comida.
Mayo 12 de 2010
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