El de la izquierda tenía la corbata metida entre el segundo y el tercer botón de la camisa. Cuando fui a tomar la foto, la sacó y colocó su mano izquierda en el bolsillo del pantalón, al lado del revólver. Los tres cargaron con pistolas sus ojos y las fijaron en nosotros dejando en claro que no teníamos por qué mirarlos y mucho menos fotografiarlos. Dos atacaban, el tercero guardaba la retaguardia. Simulé que tomaba una foto a mi amiga. Ese trozo de perfil al lado derecho del cuadro comprueba que la dirección de mi lente delataba lo precario de mis intenciones. Al ver estos varones me pareció que se nos venía encima la imagen del Méjico que desde hace algunos años fabrica y nos produce tanto espanto. Dudé en publicarla. A ciencia cierta, no sé si son narcos, detectives, un acaudalado señor con sus guardaespaldas o qué. Opté por deformarles la cara y dejar intacta su mirada que con los días guarda el mismo gesto amenazante, violento.
Diego García Moreno
México DF julio 2013
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