Medellín
sin madre
parece una canción
de despecho.
En cada esquina hay un bar
donde un borracho con cara de niño
llora desconsolado.
Su cara bañada en lágrimas
es la mía.
En la barra le hace dúo
una joven prostituta de ocasión
quien diariamente oficia
de madre y de mesera.
El patrón espera, bosteza
y expide murmullos de perro.
Entra un mendigo
se coloca frente al llorón
extiende la mano y espera.
La limosna no llega.
No lo moleste dice la muchacha.
El mendigo le dice hijueputa y se va.
Son las tres de la tarde,
un estruendo de camión y carretilla
se plantan junto a la puerta.
Déjeme 6 cajas de cerveza y dos de soda.
El borracho con mi cara sigue ahí.
Llorando pide una canción.
Vuelve a sonar La cruz de madera.
Por el rincón y sin
afán,
buscan comida un ratón y dos cucarachas barrigonas.
El orinal mantiene su aureola de
berrinche y clorox.
¿Lo conocés? Pregunta el patrón.
Ni idea, dice la mujer.
El borracho levanta la cara y mira su boceto en el espejo
manchado.
Le apunta con el índice y deja
rodar un suspiro.
Escupe palabras que disuenan con
la canción.
¿Quien soy? ¿Quién es usted? ¿Quién es él?
El espejo repite un tanto atrasado.
Soy un huérfano, soy un solitario, soy un niño abandonado.
Entra un policía vestido de civil.
Esculca en el orinal, en la bodega,
estripa una cucaracha y me mira.
Mira a la mujer, mira al patrón.
¿Y ese quién es?
Suena un coro de madres ausentes.
Es un santo, es un barrendero, es un sicario, es un
mensajero, es un enfermo, es un ladrón, es un gerente, es un conductor, es un
vago, es un cantante de tango, es un monseñor, es un cajero, es un escritor, es
un doctor, es un leguleyo, un ingeniero, un maricón, es un piloto, es un
cargador, es un vacío, es un solitario, es un abandonado, es un pobre huevón,
es un llorón, es un llorón, es un llorón.
Soy seguramente el más abandonado habitante de esta ciudad.
Murió mi madre y me
caí de un bus,
de un metro, de un caballo, de un avión.
Caí en un abismo,
rodé por un precipicio,
me fui al fondo del socavón.
Me despeñé por un desbarrancadero.
Soy un vivo moribundo.
No, soy nada, no soy nadie sin ella, soy un llorón.
No es más que un huérfano dice el patrón
Pobrecito, agrega la mesera, es un huérfano.
Son las ocho de la noche.
Todos los bares de la ciudad están llenos
en un rincón de todos los bares un borracho llora
sobre la mesa hay incontables botellas de cerveza vacías
la mesera atiende a los clientes
esquiva las manos que quieren tocarle el culo
le acaricia el cabello al borracho
y le dice que se vaya a su casa
en la puerta hay una niña esperándolo
venga para la casa papá.
Diego García Moreno.
Medellín, 24 09 2012.
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