¿Dónde está, dónde está la bolita? El atardecer bogotano del 28 de junio entró a a mi apartamento pregonando la frase del mago embaucador que desplumaba a los apostadores esporádicos de la calle Junín en el Medellín de mi adolescencia.
El hombre colocaba en la acera una caja de cartón, encima de la caja un tríplex, encima del tríplex una bolita y tres coquitas invertidas. Ocultaba la bolita dentro de una de ellas y con una velocidad asombrosa comenzaba a desplazar de lugar las coquitas mientras repetía y repetía y repetía ¿Dónde está la bolita, dónde está la bolita, dónde está la bolita?
El apostador de turno, convencido de que sabía su lugar, colocaba cien pesos sobre el tríplex, señalaba una coquita y el mago la levantaba.
-¡Correcto! gritaba el mago y le entregaba el doble del monto apostado sin dejar de hacer circular las coquitas.
El apostador emocionado volvía a colocar su case sobre el tríplex y el mago volvía a destapar la coquita. Pero a partir de la segunda oportunidad, el apostador no volvía a encontrar el destino de la inquieta bolita. Y al quinto o sexto intento desertaba.
fue para mí ayer
la bolita
pero no supe si
yo era
el mago
o
el apostador.
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