ENTREGA QUINCE
XLIII
LOS HURACANES Y EL JUICIO FINAL
Bogotá Julio 27 de 2020
Corran, corran ¡Ya vienen los huracanes!
Hanna, el primer huracán del Atlántico, acaricia las costas de Taulipas, y Douglas, el ciclón, avanza rumbo a Hawai.
¿Para dónde correr si nos cerraron las calles? No importa, dale vueltas a tu cuarto. Métete debajo de la cama. Muévete, no hagas nada. No, mejor, guarda la calma.
Disculpa, cuando vienen los huracanes hay que encerrarse, o evacuar… Pero si ya estamos encerrados… y si tratamos de evacuar nos multan. Tienes que hacer algo. No olvides reforzar las ventanas con tablones. ¿Tienes clavos? Ve a comprarlos. Estamos autorizados a salir únicamente para comprar el mercado y las medicinas. ¿Crees que nos permitirán salir a comprar clavos? Diles que recomiendan poner barreras para que las ventanas sean resistentes. Si tapamos las ventanas nos matará la claustrofobia. No soportaría la vida sin atardeceres. Es sólo durante la temporada de huracanes. Tú no estás en el Caribe. Las tormentas no son eternas. Pero son cíclicas. Debe ser por eso que las llaman ciclones. Desconecta los aparatos eléctricos, no dejes nada afuera, poda los árboles, toma un seguro….
Arthur, Bertha, Cristobal, Dolly, Edouard, Fay, Gonzalo, Hanna, Isaías, Josephine, Kyle, Laura, Marco, Nana, Omar, Paulette, Rene, Sally, Teddy, Vicky, Wilfred.
¡Son más de veinte! Son tan temibles como un escuadrón de la muerte. ¿Serán los caballos del Apocalipsis? Son visibles, tú sabes dónde están, los siguen con satélite, los pronostican… ¡al covid no! Es invisible. ¿Por qué siempre caes en lo mismo? Tienes razón. Cambio de tema. ¡Corran, corran, ya vienen los huracanes!
Sí, son más de veinte, así como los Villegas, los vecinos de la finca de mi abuelo José, en La Tablaza . Con sus facciones árabes, todos en esa familia parecían llevar en el alma tormentas del desierto. Hace apenas un mes nos anunciaron que el viento traería arenas del Sahara sobre el continente americano. Nos recomendaban que en caso de mucha partícula en el aire utilizáramos tapabocas, que así mataríamos dos diablos de una. Tres. En boca cerrada no entran moscas. En el trópico hay mucho insecto. Por tapabocas antivirus no entra partícula de arena, mucho menos un insecto insoportable.
¡Alerta a los asmáticos, alerta a los alérgicos, alerta con los hongos que viajan de polizones en las partículas de polvo y pueden afectar la oxigenación de los corales, bienvenidos los insumos minerales que fertilizan la Amazonía!
Que la arena filtra el efecto del sol sobre el mar, las partículas de polvo absorben y reflejan los rayos solares disminuyendo su impacto sobre la temperatura del agua. Al descender el calor, los huracanes son más serenos. ¿Será una esperanza?
Hoy, sobre el mismo cielo, nos anuncian el arribo de las tormentas tropicales. Corran, corran, que vienen los huracanes. ¿Vendrán también los tifones? No, son patrimonio del oriente. Ya te he dicho que calma, tú estás en Bogotá y a estas alturas no llegan los huracanes. Pero sí el granizo. Las partículas de polvo propician la formación de hielo. Hemos visto pepas de agua congelada caer del cielo, como piedras. Derrumban tejados, bloquean los desagües de las las canoas. Le ocurrió a Sergio, mi hermano, hace unos años. El agua rodaba por las paredes de su apartamento, caía del techo, descomponía los pisos de madera.
El día que murió Olivia de Havilland, apareció en el escenario Hanna, el primer huracán 2020 en el Atlántico. Sus ráfagas de viento soplaban con tal placer en las fronteras de Texas que su estruendo era un cúmulo de carcajadas. Ese día lo que el viento se llevó fue un trozo del muro que Trump construyó para contener las hordas de centroamericanos que, a pesar de la incertidumbre que hoy en día genera el liderazgo del imperio, tratan de acariciar los privilegios del sueño americano. Pesadillas, pesadillas.
¿Por qué los llamarán así? Cuentan, quienes saben del tema, que a mediados del siglo diecinueve las tormentas tropicales tenían el nombre del santo correspondiente al día que con más fuerza impactaban sobre una isla, una costa, una población. En la memoria de Puerto Rico quedó grabada la inolvidable Santa Ana de 1825. Pero como no es muy santo que los referentes religiosos predominen, decidieron nombrarlos con el año, seguido por el número correspondiente al orden de aparición, ejemplo 1873-4; en vista de que nadie era capaz de recordar esa nomenclatura ni diferenciar sus destrozos, en 1953, (el año de mi nacimiento) optaron por algo más seductor: que portaran el nombre de una mujer. Sin embargo, las luchas por igualdad de género lograron que en 1978 se estableciera la norma de la paridad y es por eso que hoy en día comparten nombres masculinos y femeninos. La paridad no es solo entre hombres y mujeres. Estamos en el siglo veintiuno, chico, los movimientos LGBT también tienen derecho a estar incluidos. Disculpa, los militantes de esos movimientos usan nombres de hombre o de mujer. Yo estoy tentado a creer que Kyle, Nana y Paulette son gays o lesbianas. ¿Y que opinas de Fay? es un nombre bien ambiguo. ¿Trans...? ¿No te parece? Empiezas a exagerar, hay algo en tu discurso que no parece incluyente. No sé... para que no queden dudas al respecto podrían llamarse peste negra, sarampión, gripe, gripe española, gripe porcina, lepra, cólera, tifus, dengue, meningitis, malaria, VIH, viruela, fiebre amarilla, tuberculosis, Ébola, NH1, influenza, hepatitits, covid, polio, sífilis, gonorrea,… estos nombres no discriminan, visitan a todos por parejo.
Creo que te estás volviendo muy sensible. Debes controlarte. Mira el anunció que encontré en el portal de la meteorología. Por fin una convocatoria interesante en este mar de concursos azarosos: “Muchas personas comentaron que durante el confinamiento se volvieron más sensibles a la belleza de nuestro entorno natural y pudieron apreciarlo mejor. Por ello, estamos ansiosos por recibir fotografías artísticas y de calidad, especialmente las que ilustren el tema del Día Meteorológico Mundial de 2021: "El océano, el clima y el tiempo".
Es un anuncio discriminatorio. Debes estar junto al mar para poder participar. Yo añoraría estar viendo el Caribe aunque su oleaje estuviese enloquecido. Aparte de tomarle fotos a sus caprichos, me compraría un medidor de vientos y jugaría a clasificarlos. Ya tengo una tabla que me serviría de guía. En este cuadro colocaría los huracanes débiles; si no alcanzan 119 kilómetros por hora, serán simplemente tormentas tropicales; anotaría su itinerario hasta que se conviertan en depresiones tropicales. ¿Lucharán las tormentas, como nosotros, para no caer en la depresión ? ¿O será parte de nuestro estado natural? ¡Cómo nos desconciertan con las referencias tropicales! Jugos tropicales, bailes tropicales, pandemias tropicales. Todo el exotismo encerrado en una región donde el calor es su privilegio y su desgracia. Sube, sube, sube la temperatura. Me caliento y me agito, bailo, grito, brinco, canto. Alguien abre la puerta, entra una corriente fría y viene el desbarajuste. Se organiza la tormenta, viene la devastación. Pero tanto agite cansa. De la tormenta caemos inevitablemente en la depresión. De la depresión a la calma. ¿Dónde estaba? Ah, si… Y aquí pondría con mi mano temblorosa a los huracanes, los que se merecen el título porque sobrepasan ese límite de velocidad. Aunque el verdadero susto sería cuando deba colocar en esta otra casilla los que superan los 178 kilómetros por hora, los huracanes mayores, ¡categorías 3, 4 , 5!, aquellos que vienen acompañados de recuerdos devastadores y sus destrozos son fragmentos de los cabezotes de las cadenas noticiosas. Katherine, Dorian, Mitch, Andrew, María. Nombres que nunca, por necios y dañinos jamás reaparecerán en las listas de pretendientes para la próxima temporada... temporada... ¡Claro! ¡Ya entiendo de dónde viene la palabra temporal! ¡Santa Bárbara bendita! imploraban mis tías abuelas cuando un relámpago iluminaba el cielo amurallado del Medellín de mi infancia.
En la escala huracanes Saffir/Simpson, las categorías dependen de la velocidad del viento:
· Categoría 1: 119-153 Km/h (74-95 millas por hora)
· Categoría 2: 154-177 Km/h (96-110 mph)
· Categoría 3: 178-208 Km/h (111-129 mph)
· Categoría 4: 209-251 Km/h (130-165 mph)
· Categoría 5: 252 Km/h o más (157 mph o más)
Pasan tormentas doradas y grises, pero la peste no cesa. La peste la llevamos los humanos en nuestro interior, no es el aire quien la esparce. Somos la especie que transporta la promesa de nuestra propia extinción. Somos una especie que se ha dedicado a exterminar especies, convencidos de que el planeta, el universo, fue creado para servirnos a nosotros. La naturaleza se está cansando. Ella ha sido respetuosa, un terremoto por aquí, un huracán por allá. Pero no aguanta más, ras le bol, y nos envía una pandemia vengadora que se esparce con toda su capacidad exterminadora por todos los rincones del planeta, allí donde se hayan asentado los humanos. Esto nunca se había visto. Con razón en la Biblia está profetizado el juicio final.
Recuerdo que a principios de marzo, estando en el colapsado festival de cine de Cartagena, cuando apenas empezaba toda este huracán de informaciones sobre la pandemia -palabra que el año pasado no hacía parte de nuestro diccionario- escribí una especie de acta sobre el juicio final. Es inevitable que en un período apocalíptico como el que vivimos no venga a la mente el fantasma del juicio final, la gran amenaza que la religión dominante de occidente inventó para tratar de mantenernos juiciosos. Yo, criado con monjas en mi primera infancia, me ví obligado a rememorar solemnemente ese evento tan rimbombante.
Suenan trompetas. Se desata una tronera apabullante. Una estampida de cascos de bestias vociferan la llegada del juicio final. Un show de furiosos huracanes, los más reputados del Pacífico y el Índico, del Caribe y del Atlántico, adornados con nubes de polvo dorado del Sahara revuelcan los cielos del universo. Nada que ver con los llamados a declarar que le hacen en los estrados judiciales a un expresidente acusado de paramilitarismo o a un ex-alcalde por corrupción en las contrataciones públicas, ni con el show de fuegos artificiales del día de los alumbrados en la torre de una entidad bancaria pretenciosa. Aquí es en grande. Nada que ver con un circo de pueblo. Ni el mismísimo esplendor de Hollywood alardeando todo su catálogo de efectos especiales le pisa los talones. Recuerdo que en la puerta central de acceso a Notre Dame está el “Señor” sentado, muy inmutable, listo para dictar sentencia, y del lado derecho están filados los “buenos” con su carita de yo no fui, esperando la furgoneta que los llevará a disfrutar del paraíso; y del lado izquierdo los malos, las lacras, sudorosos, malencarados y pestilentes, arrastrados con cadenas por los demonios, echándose bloqueador solar antes de caer en el caldero ardiente. Esa imagen se atravesó en la tronera, y mi mente de escultor tallado por tanta injusticia presenciada en este mundo, tanta pobreza decorada con millones de toneladas de basura, tanta selva derrumbada e incendiada, tanta nube contaminada, tanto defensor de derechos humanos asesinado, tanta sabiduría étnica exterminada, tantas niñas y tantos niños violados, tanta especie animal borrada de la faz de la tierra, tanto tiranoladróncorrupto gobernando, tanto hijueputa suelto, se me ocurrió esta cantata rap gregoriana que dice así:
EL JUICIO FINAL de OCCIDENTE -Cartagena 16 03 2020-
Permaneceremos encerrados
hasta que la trompeta del juicio final anuncie
que ya todos estamos muertos
y es hora de proceder.
Aparecerá por fin El Responsable
para repartir justicia según Sus códigos
y en principio nadie protestará Sus sentencias
porque según la tradición
Él es el principio y fin de todas las cosas
el que todo lo puede
la palabra el verbo
la voluntad divina.
Pero seguramente no faltará el aguafiestas
que lo pondrá contra las cuerdas
y le cuestionará sus decisiones:
Si fuimos hechos a Su imagen y semejanza
Por qué en el juicio no está Él como acusado
Por qué durante el encierro no estuvo presente
comiendo mierda con nosotros
Por qué permitió que por siglos
la lepra y el cólera y la codicia
hicieran estragos a sus anchas
Seguramente no dará respuesta
y dispondrá de Sus ejércitos para hacer cumplir Sus designios
y con seguridad
en Su tremenda sabiduría pondrá en evidencia
que todas las criaturas inventadas
y hoy frente a Sus ojos fallecidas
arrastran el lastre de la culpa y la mentira
las traiciones y la envidia
Que fuimos abonados para el horror y la violencia
Que la condena estaba prevista en el principio
Y que en manada
de la misma forma en que fuimos concebidos
caeremos al eterno foso del castigo
Él comprenderá entonces que Su propio invento
Su juego perverso del cual no hay vuelta atrás
ya no hay salida
lo condenó a la soledad más infinita
al silencio eterno
al tedio inmortal
a la desazón suprema.
Hasta aquí el Monólogo para un actor atrapado en su cuarto esperando que la curva de la pandemia por covid 19 llegue a su pico...
* * *
XLIV
El veinte de julio al mediodía, en medio del silencio que nos acuñó el confinamiento, cuando me disponía a hacer click sobre “publicar” para enviar la entrega 14 de mi diario de cuarentena sonó un estruendo aterrador. Trastabillé, estuve a punto de hacer click sobre “borrar” pero, por fortuna, reaccioné y el relato se fue, se escapó sano y salvo. ¿Lo leíste?
- ¡Cóño! ¿y eso qué es? (hubiera podido exclamar ¡Recórcholis!)
Del horizonte, con rumbo a la ciudad capital enfrente de mi apartamento volaban presurosos en formación ocho aviones Kafir de la Fuerza Aérea Colombiana. Son aviones de guerra fabricados en Israel. ¿Irán para Venezuela? No seas alarmista. Si fueran para la guerra no irían con su nodriza. Delante de ellos, un viejo boeing 767, un avión grandote traía colgando su cordón umbilical. ¿Será que su misión va a ser muy prolongada? ¿Es normal que saquen su estación de gasolina voladora? Te repito que es veinte de julio, día de la independencia. Los sacan para descrestar muchachitos con la esperanza de inculcarles el espíritu patriótico, los sacan para asustar paranoicos que creen que Maduro tiene listas las tropas en la frontera, los sacan para decir que somos un país que puede defenderse solo de los enemigos, los sacan para alardear poderío, aunque todos estemos encerrados, para hacernos creer que estamos en un país capaz de inspirar confianza y seguridad a sus habitantes, los sacan para gastar gasolina ahora que no hay plata y que las necesidades abundan.
Los aviones giraron hacia el Norte, desaceleraron, se perdieron sobre la autopista que lleva al puente de Boyacá. Cuando creía que el paseíllo de domingo estaba listo, a los pocos minutos se escuchó otra vez el estruendo, volvieron a aparecer una, dos veces más. Fueron tres sobrevuelos de honor para que los varoniles ojos de los generales hincharan sus pechos cargados con las medallas obtenidas tras los triunfos imaginarios durante una guerra que no hemos podido saber si ha terminado, y para que por las ventanas de las jaulitas de pandemia salieran los ojos de millones de paisanos cargados de monotonía acumulada a buscar la causa movediza de semejante ruido. Los pilotos desde arriba no ven nada. Los ojos fijos en los instrumentos. Velocidad, rumbo y altura. A duras penas, como van en formación, cada piloto guarda la distancia social con la punta del ala del avión vecino que lo guía. Son pilotos de combate amaestrados para cumplir órdenes. No me extrañaría que les hayan dicho a los pilotos de guerra: "Capitanes, como van a volar bajito ¡no consuman mucho oxígeno! Den ejemplo, ahorren, que lo que sobre se lo enviamos a los hospitales, hay mucho infectado que lo necesita". Cuando cruzaron por el espacio libre entre dos torres del Centro Internacional, logré tomarles algunas fotos.
XLV
Ayer, 30 de julio, día del cumpleaños noventa y siete de mi difunto papá, tuve una conversación por el chat de whatsapp con mi amigo Juan Martín que vive en Quito:
“…[9:15 a. m., 30/7/2020] Diego García-Moreno: ...Nosotros bien, a pesar de este confinamiento con pinta de eternidad. En Bogotá las cifras andan disparadas, entonces asumimos el encierro total. Mantenemos la actividad terapéutica: Sally en su yoga, su música y las traducciones; y yo sudando en la elíptica, escribiendo azarosas convocatorias y jugando con el blog, participando en sosas reuniones zoom, tratando de mantener el aleteo de los Alados y esperando que lleguen la vacuna o los extraterrestres.
[9:53 a. m.] Juan Martin Cuevas: o el meteorito
[10:15 a. m.] Diego García-Moreno: REMEDIO TOTAL
Bogotá, Julio 30 de 2020.
Acabo de escuchar en las noticias que el huracán Isaías avanza rumbo a Miami.
Continuará...