Recojo piedras cuando salgo de paseo
Piedras que entre millones de piedras
Dispersas en el camino me solicitan u obligan a recogerlas
Su materia su color su forma su azarosa disposición ante mi
vista
Hacen que me incline las coja las sienta las inspeccione las viva las disfrute
Piedras que caben y no rompen el bolsillo
o no incomodan la mochila o se camuflan en el morral
Convertidas en recuerdo
de un momento en algún paisaje
Las traigo a mi apartamento y las coloco sobre la mesa de la
sala
Donde se han vuelto un arrume de piedras
Un reblujo un desorden una porcelana posmoderna
A veces algún invitado fija la vista en alguna de ellas
Cógela siéntela inspecciónala vívela disfrútala
Aprovecho para contarle de dónde viene y por qué la recogí
Respiramos un aroma de selva o de mar o de camino en la
montaña
A veces coincidimos en la apreciación de su valor
A veces el amigo descubre en ella nuevos dones
A veces hay un suspiro una admiración y casi nunca un
desprecio
Hoy me cansé de verlas solas en el tumulto
Las volví equilibristas
de un circo sin carpa
Soportes inestables de una torre frágil
Nadie pregunta de dónde vienen ni por qué las recogí
Sólo inquietan su capacidad de soportar el peso
La combinación del color que hacen con su vecina del piso
alto
La hendidura donde mora el vientre de una esfera rugosa
La incertidumbre que traería un soplo de viento inesperado
La hecatombe provocada
por un tropiezo de mi pie contra una pata de la mesa.
Diego García Moreno.
Bogotá, mayo 30 de
2017
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