A una ventana en la Calle
26 x carrera 10 en Bogotá.
Esta ventana sabe de tormentas y arcos iris,
de amaneceres radiantes y de grises mediodías.
de amaneceres radiantes y de grises mediodías.
Conoce la penumbra, los estruendos… y el silencio:
el silencio melodioso y el espantoso silencio.
Esta ventana no conoce el vértigo y es experta en el vacío.
Reconoce el atropello y distingue el gemido en el umbral de
la muerte.
Esta ventana
urbana
se ufana
de acariciar el hielo en la mañana.
Esta ventana es capaz de detener el calor cuando el asfalto rechina
y la prisa desconcierta y los buses se encabritan
y las monjas convulsionan y los mendigos vomitan.
Esta ventana es testigo de marchas por mil razones,
De legiones rojas, azules y amarillas, de arengas blancas y negras ,
de procesiones,
inundaciones,
extorsiones,
confusiones,
invasiones,
De banderas multicolores entre motos y perros, empanadas,
bolillos y pancartas,
Vírgenes en andas que tallan cicatrices y confusión en las
pieles,
Ojos de mártires prematuros en ataúdes abiertos adornados con
venganza,
Caravanas raudas, trancones espeluznantes, bicicletas
desbocadas,
Corrillos, marchas, paros, huelgas, motines, pedreas y
explosiones.
Explosiones, explosiones… y un manojo de aguaceros.
Esta ventana ha visto, ha escuchado y visto, el terror y la
miseria
Y, en silencio,
ha guardado los secretos de lo visto y lo escuchado.
Esta ventana urbana, tan amplia, tan manoseada, tan limpia
hoy,
Esta ventana tan ventana,
tan urbana,
tan sana,
tan loca
y tan lozana,
Esta ventana se ufana de dormir desnuda en la noche
y acariciar el
hielo en la mañana.
Diego García-Moreno
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