I
El 13 de marzo de 2013 publiqué en este mismo blog una pequeña crónica sobre la Rebeca, una escultura en mármol blanco de estilo clásico que se encuentra en el centro de Bogotá.
DE BOTOX- DE LA REBECA
Está muy pispa la niña pero ¿le viste esos codos tan feos? Mi abuela era implacable. Nos forzaba a esculcar los defectos de nuestras noviecitas hasta hacernos dudar de su belleza. Y agregaba "no hay nada más hermoso que la belleza natural". ¿Serían los codos algún segmento artificial? De todas maneras, seguramente, eso influyó en el rechazo que me producen las narices pasadas por cirugía plástica, las nalgas, las tetas, las inyecciones de botox. Por muy fino que haya sido el cirujano, ahí le quedó la desproporción. Me encantan las narices con carácter, las que hacen juego con la cara, los ojos, la memoria genética. En cambio esas flechitas apuntando al cielo con dos microcicatrices en los bordes me hacen creer que esa cara no le corresponde a la persona que me mira.
Fue peatoneando en Bogotá que me encontré a la Rebeca. Una hermosa mujer desnuda, inclinada llenando su cántaro de agua, perdón su totumo. La vi de espaldas. Fui a retratarla cuando, vaya sorpresa, me percaté que le habían amputado la nariz. ¿Cómo se les ocurrió, carajo, violentar a tal punto a esta belleza? Supongo que a esta mujer el escultor Luis Luchinelli, su creador, le construyó una nariz helénica, de aquellas que descendían rectas desde la frente... a lo mejor no: fue el primer representante de la versión afroquimbaya y le regaló una nariz chata con respiraderos amplios... vaya a saberse. Esperemos que algún día ese trozo de piedra tallado regrese a su fosa nasal calcárea y nos cuente su versión. Mientras, celebremos que todavía queda un rincón en nuestra urbe donde el arte osa reclinarse a celebrar el agua y es capaz de generar reflejos en los que hasta los más perratiados edificios se ven bellos e invitan a celebrar la dicha de vivir entre tanta incertidumbre.
En el siguiente enlace se encuentran las fotos que acompañaron el texto:
En el siguiente enlace se encuentran las fotos que acompañaron el texto:
II.
El 24 de abril de 2014 volví a verla. Miren lo que había pasado:
III
El 12 de junio de 2015 me percaté que que el ojo de agua que rodeaba La Rebeca se había secado; dicho de otra forma: que la administración de los parques de la ciudad, o la dirección distrital de patrimonio, o quizás la secretaría de salud, había vaciado la alberca de la que sacaba agua la muchacha bíblica. Pero no dramaticé el suceso pues estaba fascinado con el efecto que la luz rasante del atardecer producía al golpear los adoquines del piso de la plazoleta enfatizando las siluetas en contraluz de los transeúntes y la nitidez de sus sombras .
IV
El 6 de julio de 2015 desde la ventana de mi oficina vi un tumulto en torno al ojo de agua seco que rodea a la Rebeca. Me aprestaba salir para cumplir una cita en la Escuela Nacional de Cine y me pareció oportuno alistar la cámara y aprovechar para tomarle de pasada una foto a la Rebeca en medio del gentío. Ese día la luz era plana, pesada, sin gracia, y el mitin generaba cierta tensión que a lo lejos se delataba por la presencia de policías motorizados.
A pocos metros de la pileta le apunté a la mujer de mármol. Antes de que pudiera hacer click sobre la masa de carne de piedra blanca con fondo de escuadrón antidisturbios reclinado en el edificio del costado sur, o de tropel de aparentes punkeros en contraluz al occidente, escuché un griterío acompañado de silbidos con tono de alerta, vi manos enfurecidas en formato kalashnikov que me apuntaban y escuché frases amenazantes dejando en claro que si yo llegaba a enfocar la cara de alguno de los presentes la pagaría muy caro. Fue justo ahí cuando ví que la piel clara de la mujer había sido tatuada con escrituras negras, con mensajes caligrafíados en estética grafitiosa. Un oleaje de indignación se me subió a la cabeza y se entremezcló con una actitud de defensa hacia tres jóvenes vestidos de negro que se acercaban insinuando que me destrozarían mi Fuji XT-1. Mierda, Rebeca, refresca mi sed. Fresco, querido, sentí que me dijo. Recuerda que a mí hasta la nariz me han quebrado y aquí sigo, empeñada en darle vida a este incipiente territorio de cemento. Alentado, los enfrenté con una mirada enfurecida acompañada de una frase de reproche que no sé cómo pronuncié con tal convencimiento "¡Miren como la volvieron!" Y señalé los rayones en tinta negra que le habían hecho a la indefensa mujer desnuda. "Yo para que voy a tomarle fotos a ustedes, a mi lo que me emputa es ver cómo la dañaron!". Del otro lado de la pileta alguien gritó "Eso fueron los hinchas de Millonarios". Bajo las chaqueta negra de los muchachos que estaban a punto de arrebatarme la cámara descubrí la camisetas verde del Atlético Nacional. El pánico contenido se retorció y viro al formato paisa de origen controlado. Las eses de mi susto se cargaron de un sonsonete inconfundible que me acreditaba como posible hincha del mismo equipo que veneraban y provocó que el agresivo vocero del grupo me autorizara a tomar una foto con un fondo neutro para que no "boletiara a sus parceros".
El 10 de julio publiqué en facebook el siguiente comentario: "Y como no les quedaba muro para ensuciar o pedazo de piel para tatuar arremetieron contra la Rebeca. Cuando fui a tomar la foto me cayeron varios hinchas furibundos del Nacional a decirme que habían sido los hinchas de Millonarios".
Las respuestas no se hicieron esperar. Bernardo Morillo, por ejemplo escribió: ahora quieren la ciudad limpia como NY, llena de godos gomelos, mientras Luis Ospina trajo al debate un artículo donde se exponía la opinión de David Lynch con respecto a los grafitis:
Ay, mi querida rebeca. No sé por qué me fijo tanto en tí. A lo mejor es por la belleza de tus codos, tal vez porque eres la única capaz de exponer tu desnudez con calma en una ciudad desesperada, quizás porque te has convertido en el termómetro de las fiebres urbanas, o simplemente porque eres la vecina más fiel, la que siempre me ofrece un sorbo para beber cuando me asomo a la ventana. Cómo me gustaría protegerte. Si pudiera llenar a baldados esa poceta vacía en la que te han colocado y así impedir que los vándalos te rompan a martillazos la nariz o que los hinchas furibundos te tatúen los burdos escudos del equipo que alimenta sus sueños. En todo caso sigues fiel a tus designios, y tu gesto indica que estás presta a sacar del vacío el agua que saciará la sed de Abraham y sus camellos. Espero que no lleguen pronto, que tu matrimonio con Isaac se atarde para así tenerte cerca, visible, y no tener que imaginar, poseído por los celos, tus agitadas velados de amor con tu marido.
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