lunes, 30 de agosto de 2010

BEATRIZ por Ana María Cano

Ana María Cano Posada | 12 Agosto 2010 - 11:15pm

Beatriz
Por: Elespectador.com
CANSADOS ESTAMOS DE IDENTIFIcaciones socorridas con motivo de las efemérides y de palabras vacías pronunciadas para encontrar un hecho fundacional en este país ausente de referentes.
Se acudió a próceres y a historias patrias, a nuevos caudillos, sin que concurrieran en esta orfandad fuerzas más íntimas para poner en pie una voz ni una idea con la cual reconocernos como colombianos abarcados por un mismo legado. Esta insatisfacción de pátina política durante 200 años de república tiene un remedio a mano que debe suministrarse en la dosis indicada para ir conjurando la anomia que padecemos.
Y es que faltaba excavar en otra cantera para encontrar la persistencia y la coherencia de alguien que ha entregado su talento a la búsqueda de lo que Colombia siente e ignora. Por esto es afortunado que en este momento aparezca el documental sobre Beatriz González (su era de risa y su era de llanto), de Diego García Moreno. Es el resultado de la exhaustiva exploración de esta “artista de provincia”, que durante cuatro años accedió a un monólogo interior hecho frente a una cámara muda, presencia que llegó a ignorar y que constituye en su cuidada edición el duro y veraz testimonio de una artista que se debe toda al país en que nació y cuyo arte es universal.
A pocas naciones les ha tocado en suerte un artista que dé cuenta suya. Porque son escasos los que logran tener clara su obra y el sentido de lo que hacen como para ser representativos, sin que su propósito sea patriótico ni mucho menos encarnen la identidad nacional, términos peligrosos por los excesos que engendran.
Franz Kafka es Checoslovaquia como Van Gogh es Holanda y Goya, España. Buscar un artista en Colombia sin época ni moda ni lo reconocido que sea en el mundo, como el Botero de ayer o la Doris Salcedo de hoy. No es un asunto de galerías ni de circuitos comerciales, porque Andy Warhol es para Estados Unidos más que el testimonio del consumo y del sueño americano, es el dolor de sí mismo puesto afuera para ser explorado y por eso significa tanto para el mundo entero.
A Beatriz González en su comienzo la encasillaron en el arte pop y la llamaron de las bienales para que fuera controversial, cosa que le choca tanto como cuando le dicen que es muy inteligente. Ella sólo recuerda que su papá le mostraba paisajes y naturaleza y le decía ‘ahí viene la niña que va a ser artista’. A ella la nutre el gusto popular, la imagen vista a través de los medios, donde encuentra lo visto de forma no vista. Y motivos del arte universal, o recortes de periódicos, o corazones de Jesús o últimas cenas, con la sorna en el color y el sello de su pintura, que fueron sus motivos iniciales, se transformaron con el Palacio de Justicia al dolor que entró a protagonizar su obra honda y diversa. Los desplazados, las viudas, las masacres embargaron sus obras.
Esto está mostrado en el documental en sus propios tonos, con su propia voz, con la música que la inspira, como la lección que necesitamos oír de una maestra a sus alumnos. Esta tarea bien cumplida por un documentalista avezado como Diego García, se agradece. Pero apenas comienza la misión de entregar al país este gran retrato que le pertenece, de alguien que ha hecho una mirada colombiana, universal, penetrante, talentosa. Una letanía dolorosa que sabe entonar y que sólo una voz creíble y un ojo humedecido como el suyo pueden remover la sequedad renuente. Una peregrinación le espera a este documental de Beatriz González con la solidez de su vida y obra. Gracias a Beatriz. Y a Diego.

jueves, 26 de agosto de 2010

HUGO CHAPARRO carta tras ver el documental BEATRIZ G....

De: Hugo Chaparro
para: usuario

24 ago 2010

Diego querido,

No te había escrito antes sobre tu documental porque lo he visto varias veces y, justo anoche, en el peor de los insomnios, regresé a él y su visión, como la primera vez, me evidenció a través de la inteligencia formal y narrativa protagonizada por Beatriz González el hechizo al que hemos estado condenados desde siempre en este país que tan bien diagnosticaste con tu película cardíaca, El corazón. Suponía que te estarías preguntando qué sucedió con el entusiasmo que siempre ha despertado en este amigo tuyo el documental, más aún cuando siempre ha sido mi placer mantenerme como un espectador atento a tu trabajo. En el caso de ¿Por qué llora si ya reí?, mi demora en escribirte se debió a que las imágenes de la pantalla se deslizaron por mi condición individual a manera de testigo que ha sabido de la historia reciente en Colombia, como un viaje cifrado por el desconcierto, la tristeza, el repudio ante la que ha sido nuestra forma desalmada de matarnos vs. la salvación que permite un documental como el tuyo para reencontranos en la pantalla, reconocernos y pensar acerca de nosotros mismos a través del testimonio que ofrece Madame González. Leí entonces una semblanza que hizo de ella Carolina Vanegas en la que tu personaje asegura que sin humor "sería insoportable una realidad tan irracional como la colombiana". Surge entonces el sentido de la pregunta sobre la risa que se anula después de la tragedia del Palacio de Justicia en el 85: ¿Es posible reír cuando tenemos tras nosotros un pasado sembrado de muertos? Aparte que el documental apareció ante mis ojos como la construcción de otra pintura: con breves pinceladas fragmentadas a través de la edición, completas progresivamente la mirada de Beatriz González que se prolonga en sus cortinas, en sus pinturas vendidas a retazos, en la inteligencia abrumadora de una artista que supo descubrir con las visiones del mundo popular una posibilidad creativa, considerada antes de ella de forma desdeñosa por los académicos del arte en formato nacional. Sus Divinos Niños, sus materas con texturas de uniformes para el camuflaje militar, los recortes de prensa que mira y repasa en la película, revelan que ante nuestros ojos ha pasado la historia y su brutalidad como escenas pasajeras que se rescatan en el documental, con la misma eficacia en contra de la amnesia que tienen sus pinturas. Aparte, el contraste entre el lead de Schubert que escucha Madame González mientras trabaja y el país que espera al otro lado de la ventana, confirman que el arte y sus bondades permiten una salvación, quizás precaria, pero salvación al fin y al cabo que permite reinventar la realidad que nos ha tocado en suerte. ¡Y qué decir del proyecto que trata de encerrar a los muertos que aún vuelan por el aire viciado de los columbarios! ¡Cerca a un parque llamado Renacimiento! La progresión y la repetición en cada nicho del muertito cargado en una hamaca, estremecen por lo que al final de la película se pregunta Beatriz -si puedo llamarla así, de manera familiar y cercana, aunque nunca la haya conocido pero siempre la he querido-: "¿Por qué siempre en Colombia se le pide a todo el mundo que repita lo que dijo?". Acaso porque es necesario, pensaría yo, que no olvidemos lo que se nos dice y lo que nos dice, en este caso, la historia, describiéndonos en el ámbito del Sagrado Corazón de Jesús, seguramente dormido o extraviado en alguna estratosfera mística cuando ya sabemos que se olvidó por completo de cuidar a este país. Diego querido, gracias, como siempre, por filmar y recrear con el vigor de tus imágenes lo que significa vivir en este rincón del mundo. Con un abrazo del tamaño que tiene tu trabajo, es decir, enorme,

Hugo

lunes, 16 de agosto de 2010

Beatriz G. un texto-carta de Rodrigo Pérez Gil

Date: Sat, 14 Aug 2010 12:25:22 -0700
From: luzagosto2003@yahoo.com
Subject: la vuelta del Corazón
To: diegogarciamoreno@hotmail.com

Diego,
Es como si el documental El Corazón trajera replegado este nuevo documental sobre Beatriz González, pues el corazón es el órgano amoroso de la repetición. Si hay unarepetición que enferma, por ejemplo la de Fernando Vallejo en su última novela El don de la vida, que no sale de la representación alrededor del cordón umbilical del autor, hay otra repetición que alivia y es ésta de Beatriz y Diego en este documental. La pintora lo dice, "Hay que repetir", y lo hace una y otra vez con los cuatro grabados
sobre las bóvedas del Columbario que muestran a unos portadores llevando en andas, en cada grabado, un cadáver hacia una fosa común, por fin hallada de manera simbólica en el antiguo cementerio restaurado con este propósito, para "sellar sus auras", las de aquellos desaparecidos por fuerzas oscuras a plena luz del día o al amparo de la noche. Estas vueltas al Columbario a lo largo del documental que muestran el proceso
de su restauración hasta sellar las bóvedas con los grabados de la pintora, creo yo, son el hilo conductor del hermoso documental. Si los poemas se aprenden de memoria(by heart, par coeur) es porque el corazón es el órgano amoroso de la repetición. Eros debe ser repetido, no puede ser vivido más que en la repetición, y es Tánatos (o la muerte en Colombia) el que proporciona la repetición a Eros, el que somete a Eros a la repetición, al calor de las canciones de Schubert y las otras piezas exquisitas que acompañan el trabajo de la artista en su taller y que nos reconfortan
en la visión del documental, una visión del grito más bien que del horror que late desde el arranque del documental.
¿Cuándo tenderemos la oportunidad de ver de nuevo ¿Por qué llora si ya reí?,
Felicitaciones de nuevo en tu aniversario,
Ro.
He sido un cultivador de cartas... pero se extinguen los huertos, las postales, los destinos. Busco materos, balcones, ventanas, lienzos libres donde pueda sembrar mis dudas, mis palabras, las cascadas de imagen que a veces se me ocurren. Dale hombre, me han dicho algunas fieles amistades, invéntate un blog, escribe. Ya verás que es un buen andén para compartir tu risa, tu silencio, tus desdichas. Curioso, dócil, ingenuo, acepto jugar a lo impreciso.