Tunquén, enero 2 de 2014.
Al salir de la aduana
del aeropuerto, un señor me miró a los ojos mientras repetía la palabra
“Gonzalo, Gonzalo…”. Tiene que ser él, supuse. “¿Viene de parte del señor Justiniano?”
Si, señor. Bienvenido a Chile. Los llevaré hasta el Algarrobo. Es al lado
del mar, a hora y media de aquí. Allí don Gonzalo los recogerá para llevarlos a
Tunquén.
Por una autopista adornada con anuncios de teléfonos
celulares y bancos multinacionales, muy bien señalizada, nos dirigimos hacia el
mar. Todo está seco. Es el peor verano en décadas. Cruzamos un túnel y apareció un valle repleto
de viñedos. Esta enorme fábrica de vino
es una tentación. Ay, Dios, que no me vaya a molestar la gota.
Otro túnel y vinieron los extensos bosques de pino y eucaliptus. Que a nadie se le ocurra encender un fósforo. Nos desviamos de la ruta a Valparaíso y en la terminal del Algarrobo nos esperaba Gonzalo, mi compañero de la escuela de cine, mi amigo grande, cabezón, apasionado, acelerado y terco.
Otro túnel y vinieron los extensos bosques de pino y eucaliptus. Que a nadie se le ocurra encender un fósforo. Nos desviamos de la ruta a Valparaíso y en la terminal del Algarrobo nos esperaba Gonzalo, mi compañero de la escuela de cine, mi amigo grande, cabezón, apasionado, acelerado y terco.
Llegamos a Tunquén. Abrazos para su familia y los amigos. Por fin conozco a
Claudia, su mujer. Tanto que hemos oído hablar el uno del otro durante décadas
y apenas nos encontramos. Sally fue
directo a la cama y yo directo a lo que vinimos: a conversar tomando pisco y
mirando el mar.
Bienvenido a Afganistán, me dice Carmen Gloria. Qué gusto verte. Y comienzan los relatos. Hay que resumir treinta años de ausencia y recordar. Desde que nos separamos en París hasta hoy. El trabajo y los hijos, las películas y los proyectos. Colombia y sus mil mierderos, la dictadura chilena y sus vergüenzas, los planes para el viaje, el TLC y las economías florecientes, la alimentación transgénica y los desastres de la minería a cielo abierto. Todo. El Pacífico brama. En la lejanía, un gran barco decora el paisaje. Florecitas de colores y un pasto reseco rodean la casa . Tunquén es una bahía limitada por grandes piedras. No hay palmeras. Largas olas llegan hasta la playa. Un gallinazo sobrevuela el amplio arenero. Un estero une el mar con las montañas cubiertas de pinos y eucaliptus. Se ven algunas carpas y puntitos que caminan cargando planchas para surfear. Estamos lejos del trópico, querida. Estamos lejos, Qué bueno.
Cuando regresamos, los otros habitantes de la casa habían partido hacia Santiago, pero a los pocos minutos llegó una visita que avivó la rumba: borrachos, eufóricos, un par de vecinos con pisco y guitarra en mano llegaron buscando compañeros para continuar celebrando el nuevo año… y los encontraron. “La fuma de ayer, ya se me pasó, esta es otra fuma que hoy traigo yo….” Borrón.
Un amigo de Gonzalo ha muerto y todos tendrán que ir mañana al cementerio. Los fantasmas vienen a acompañarnos. Brindamos por Claudio, que en paz descanse. Por Juan Marcos que sigue pidiéndonos desde la eternidad que contemos su historia. Sumando piscos sour, convenimos que escribiremos un guión sobre sus últimos días. Desde sus misteriosos encuentros premonitorios, hasta su fallecimiento en el accidente de un avión lleno de artistas cerca al aeropuerto de Madrid.
A las cuatro de la tarde descendemos al mar por un sendero forrado con un pasto que desprende unos chuzos que se pegan y atraviesan la suela de las sandalias. Maldiciendo logramos llegar al extenso arenero. Bastó tocar el mar con la punta del dedo gordo para desistir. Yo no me baño aquí ni loco, es helado. Sally, heroica, se dio su zambullida y salió tiritando. Me recosté y caí dormido un cuarto de hora
A las cuatro de la tarde descendemos al mar por un sendero forrado con un pasto que desprende unos chuzos que se pegan y atraviesan la suela de las sandalias. Maldiciendo logramos llegar al extenso arenero. Bastó tocar el mar con la punta del dedo gordo para desistir. Yo no me baño aquí ni loco, es helado. Sally, heroica, se dio su zambullida y salió tiritando. Me recosté y caí dormido un cuarto de hora
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Cuando regresamos, los otros habitantes de la casa habían partido hacia Santiago, pero a los pocos minutos llegó una visita que avivó la rumba: borrachos, eufóricos, un par de vecinos con pisco y guitarra en mano llegaron buscando compañeros para continuar celebrando el nuevo año… y los encontraron. “La fuma de ayer, ya se me pasó, esta es otra fuma que hoy traigo yo….” Borrón.
y el paseo continuará....
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