4pm
Un revoloteo al atardecer frente al ventanal de mi
apartamento. Salgo al balcón a mirar las golondrinas.
5pm
Algunas golondrinas hacen escala en la fachada de mi
apartamento. Es el final de un
día azul de enero de esos que vienen acompañados por una helada al
amanecer y un sol abrazador al mediodía. Es el verano andino. Ahora lo llaman
el fenómeno del niño. ¿Qué dirá el almanaque Brístol?
Los pájaros atletas se acomodan, uno tras otro, en el mirador del piso dieciocho. Veo las sombras de
sus cabecitas proyectadas sobre la cortina difusora que protege el salón de los rayos del
atardecer. Unas sombras redonditas,
nerviosas, que picotean su propio cuerpo como separando las plumas endurecidas por el sudor
Sacó mi camarita de su cartuchera y me acerco. Logro tomar
un par de fotos . Sienten mi presencian y se lanzan al vacío.
Abro la ventana, miro hacia el cielo. Manchas negras trazan
círculos en el cielo. Algunas fatigadas han encontrado refugio en un nicho
entre el ladrillo. Enfoco y click,
clack.
11pm.
Apago la televisión. La ciudad está silenciosa. No hay
rastro de las golondrinas. Abro el computador. Miro las fotos del día. En la pantalla reposan sus huellas. Me
acuesto. Cierro los ojos. Antes de caer dormido revolotean las preguntas.
¿De dónde vienes golondrina?
Golondrina…¿para dónde vas?
¿Estás cansada golondrina?
¿Dónde pasarás la noche golondrina?
¿De qué te alimentas golondrina?
¿Dónde nacen tus hijos golondrina?
¿Dónde amas golondrina?
¿Con qué sueñas golondrina?
Bogotá, enero 11 de 2015
diegogarciamoreno
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