lunes, 13 de abril de 2020

DIARIO DE CUARENTENA. PANDEMIA TROPICAL 4

ENTREGA CUATRO

XVI

Abril 9 de 2010.

PRIORIDADES A MARCHA LENTA

El gran ventanal se ha vuelto  la conciencia del tiempo.  A través de sus cristales veo los cambios que trae un mundo a baja velocidad.  De nuevo los volcanes se perfilan a lo lejos.  En el encierro luminoso no cuento uno tras otro los días. Los horarios son bloques de temas. Obsesiones que se instalan y se repiten con ligeras variaciones. Se acomodan a su amaño sin tener en cuenta si es noche o día. Han pasado tal vez ocho, diez, quince días desde la última entrega de mi diario. No importa. A veces ocurren imprevistos. Modificaciones corporales inesperadas. Es la fatiga del material. La vejez. La continua exposición a las palabras medicina, remedio, fallecimientos, cuidados intensivos, recuperación, me obliga a sacar las reservas del instinto de curación almacenado en mis células. Los estiramientos se han vuelto rutinarios.

Una escalera en caracol une los dos pisos de mi apartamento. En el segundo, una baranda de madera protege el acceso al foso donde está instalada la columna sobre la que se incrustan los escalones de madera. Cinco soportes separados quince centímetros el uno con el otro, dejan el espacio suficiente para que cuando los descienda, pueda levantar los brazos, apoyar mis manos y colgarme.  Es la barra de un gimnasio particular en el que estiro mi esqueleto. Por efecto de la fuerza de gravedad, mis ochenta y cuatro kilos ayudan a separar las vértebras.

Me preocupa que el tiempo avance y sienta que mi crónica se desliga del presente. Me traiciona una nostalgia periodística. Debe ser la presión de las pantallas. Los noticieros se repiten y se repiten hasta hacerme creer que son la realidad. Me gustaría quedarme cerca del relato. Publicar en la actualidad. Pero yo no soy actual.

En estas semanas sin domingo las cosas importantes han sido  mi hijo, el temor de quedarme sin medicamentos para el corazón, el piano, un barco a la deriva,  mis escaladas hasta e  último piso del edificio , los cumpleaños de mi suegra y de mi infarto, las teleconferencias con las familias de Sally y yo. los pájaros revoloteando sobre los árboles de la isla en el video que edito. Qué variedad. Son muchos temas. Voy a organizarlos. Para algo deben servir las fechas. ¿Será útil hacerlo? Cierro los ojos, me alejo del balcón, busco  en la memoria del computador los fragmentos escritos.

A continuación va un salpicón de flashbacks de lo que llamo “cosas importantes”:


XVII
25 de marzo.

DE ANDANZAS Y DE OLORES.

Abro los ojos a las cuatro de la mañana. Salgo con sigilo para no despertar a Sally. Voy al cuarto de Tomás. Él está ausente.  La ciudad está quieta y brumosa. No se perciben luces recorriendo sus calles. Bajo la cortina. Black out.  Cierro la ciudad. Me acuesto y espero que el silencio me arrulle. Una lucecita intermitente bajo el escritorio que heredé de mi abuelo me fastidia. Proviene de  la torre del computador. El aparato está en espera,  como yo, como el mundo. Quiero dormir, apagarme, soñar un rato. Me levanto y lo apago. Hace frío. Reacomodo el edredón para que no se filtre ninguna corriente.   Cierro los ojos.

Pienso en mi hijo. Esta cama debe guardar su olor. Su esencia. Una mezcla de sus olores. Desde el aroma del bebé hasta su olor reciente, el  de los 24 que tiene ahora.  Incluso exhala el olor de su  ausencia. Terminó el bachillerato y se fue a Nueva York.  Salió a buscar su mundo. Ahora está en Portugal. Llegó hace algo más de un mes. Escala obligada, imprevista, deseada.  La cuarentena impone su ley. Desde hace un año  él ha expresado su deseo de radicarse en Lisboa.  Nos vimos por última vez en enero. Cuando estuvo de paso por Bogotá. Venía de festejar el año nuevo en Bahía, invitado por un grupo de amigos, y seguía para Nueva York. Aquí fui testigo del reencuentro con Bruna, su nueva novia brasilera. Una noche, mirando  en la playa el universo sus miradas se encontraron siguiendo al azar la  misma estrella fugaz.  Flechazo, rayo, predestinación,  el raro albur. Según ellos, todos los astros se juntaron para unirlos en torno a una pasión. No es este el espacio para entrar en los detalles de un período que ellos mismos reconocían cargado de tensiones de telenovela. El veintipico de enero los llevé al aeropuerto para que abordaran el primer avión de una aventura que tendría como escala inicial a Nueva York pero cuyo destino final era incierto. Una semana después nos enviaban saludos desde Abdiján. El oficio de Tomás se ejerce en la noche de la rumba global y, según sus palabras, después de un período de gitano solitario ahora trabaja en equipo. Ocho días en Costa de Marfil para que el el ping-pong laboral los devolviera a la gran manzana. Allí tendría el tiempo justo  para  lavar la ropa y  reempacar maletas pues la semana de la moda de Milán los esperaba. Era el inicio de una gira que los llevarían ocho días después a musicalizar una pasarela en París, y dos días más tarde, llenar con sus mezclas una discoteca en  Berlín. Luego tendrían la oportunidad para tomar un respiro en Portugal. Su deseo, desde hace un tiempo, es instalarse en Lisboa. Allá lo esperaba una maleta llena con la ropa que dejó en su primer intento de sedentarismo a  mediados del año pasado.  Pero el rótulo 2020 estaba marcado con otros procesos planetarios. El revolcón viral nacido en China envió su primer  tentáculo al norte de Italia y coincidió con la llegada de Tomi  quien, seguramente, envuelto en bálsamos amorosos y estimulado con una perspectiva económica a favor para los próximos meses  no se fijó que por otra puerta del mismo aeropuerto entraba una invasión de bichos dispuestos a modificar el ritmo del planeta. La noche de su intervención, las primeras páginas de los periódicos no estaban impresas con letreros y fotografías apocalípticas. Aun no habían prohibido la circulación de personas. Al día siguiente se oficializa  la calamidad sanitaria, Italia reconoce que está en medio de la pandemia. Tomás y Bruna buscan salir  antes de que cierren el aeropuerto. Francia entra en pánico.  París  cancela todos los eventos públicos. Logran abordar un vuelo con destino a Berlín. Prematuramente, hace su último toque de la temporada. Europa entera cancela  la vida nocturna.  Su instinto lo lleva a refugiarse en Portugal.

Tomás lleva más de un mes en cuarentena en Lisboa. Se aloja en casa de un amigo que se ha trasladado a casa de su novia para pasar el período de encerramiento. Ni Tomás  ni Bruna han mostrado síntomas de covid19.  A pesar que  su vida  laboral  está en stand by, mi hijo está bien. La pausa le cae de perla. Es  un tiempo para vivir de lleno el amor y componer su música en calma. Detuvo una brincadera de sitio en sitio,  de  ciudad en ciudad, una actividad que en apariencia es seductora, muy práctica cuando se vive en solitario, pero que puede trasformarse en pesadilla cuando se está en pareja.  Aunque la pesadilla también puede instalarse cuando la vida es muy estable. Pero la expresión luna una de miel contiene unos sobreentendidos rituales que son seductores y es muy bueno practicarlos, disfrutarlos.

Abril suena a primavera, a lluvias prometedoras. Con el hijo, Sally y yo hablamos casi todos los días. Nos llama a pedir consejos culinarios, recetas de familia. 
El primero de abril inició la nueva relación: “Pá, ¿cómo se hace el arroz colombiano?
El 2 de abril consultó la receta paisa de los fríjoles.
El tres de abril el pan de banano que preparaba la abuela de Sally.
Tengo sed. Bebo agua   Recuerdo una canción que le escribí en enero, cuando supe que estaba profunda y sorpresivamente tocado por el virus del amor.


XVIII

Isla Fuerte enero1/ Bogotá, fines de marzo y abril 7 de 2020 

TOMÁS Y BRUNA A LO LEJOS ©   -Bossalero    BOSSA+BOLERO

Gaviota vuela muy alto /Gaviota vuela veloz
Gaviota blanca y ligera /Gaviota afina tu voz

Tu hijo envía un mensaje / Tu hijo no duerme en paz
Tu hijo ha iniciado un viaje/ Tu hijo ha empezado a amar

El Sertao, el Amazonas
Los Andes quedan atrás
De Bahía hasta isla fuerte
Traes algo que contar

La oscuridad fue la cuna
de aquella estrella fugaz
que lo condujo hasta Bruna
al resplandor de su faz

Un tropezón de miradas
Bastó para descubrir
que almas predestinadas
no pueden besar y huir

Gaviota Vuela muy alto /Gaviota vuela veloz
Gaviota blanca y ligera /Gaviota afina tu voz

Lleva un consejo a mi hijo
En sus horas de aventura
Que el amor sea bienvenido
Con sus dichas y locuras

No escatimes la pasión
Goza el sexo y la ternura
El deseo y la emoción
La magia y la locura

Tomás y Bruna a lo lejos
Vida y suerte en este paso.
Tomás y Bruna a lo lejos
Que perdure el fuerte abrazo.

Gaviota Vuela muy alto /Gaviota vuela veloz
Gaviota blanca y ligera /Gaviota afina tu voz
  
***

XIX


marzo 27 

EL ESPECTÁCULO.

Me ha dado por tocar piano antes o después de los noticieros. Balbuceo acordes que acompañan boleros y tangos. Terapia ocupacional para estos tiempos azarosos… quizás; homenaje nostálgico a mi padre en épocas de orfandad… por qué no; esfuerzo por disminuir antes de mi muerte la sensación de frustración con respecto a una expresión artística  que fue la obsesión de mi juventud… es posible;  un acto simple de placer por tener el privilegio de contar con un piano en el salón… sí, puede ser;  podría tratarse también del efecto de muchas horas frente a una pantalla que mezcla cotidianamente la más patética suma de información con el más burdo plan de entretenimiento.  En medio del noticiero de Caracol  a las 7 de la noche y el de Yamid Amat a las nueve,  hay un programa de concurso, se llama “ A otro nivel”. Empecé a verlo por deformación profesional, como un cineasta que husmea en los programas para pillar su estructura manipuladora, para alimentar las diatribas que compartiría con colegas contra la pantalla boba, en fin...  pero fui sucumbiendo ante la cascada recuerdos de infancia que me trajo una serie de canciones, salsas y boleros memorables. Me sentí  al lado de mi padre, sonriente, emocionado cuando escuchaba que aparecía un buen cantante en un concurso de radio aficionado. Aquello era otro escenario, por supuesto, aquí tenía una espectáculo costosísimo que incluye  en su menú  una hermosa ex-reina de belleza que pasea sus encantos a través de una escenografía empalagosa, brillante, de alto contraste, puros remanentes de la estética "berlusconitaliana"; una orquesta con músicos experimentados reunidos para la ocasión,  -gracias a dios les dieron trabajo a esos muchachos tan talentosos-; un público gritón dispuesto a exteriorizar todas sus emociones ante el llamado de los asistentes de estudio, y, eso sí, un puñado de excelentes cantantes de todos los géneros que enloquecen a los pueblos latinos. Me incluyó en la categoría, y por eso caí y me volví testigo del fascinante horror del descabezamiento. Los protagonistas del espectáculo son juzgados, o, mejor dicho, van siendo eliminados, por un jurado compuesto por un cantante pop de buena reputación internacional, y dos juezas jóvenes y voluptuosas, unas muchachas medio conocidas en la farándula criolla, cargadas de botox, buenas intenciones y conceptos musicales aprendidos en un guión de apariencia profundo, ante quienes a uno le queda la duda ¿Será que cantan mejor que sus  afinadas víctimas?  Yo personalmente no lo creo. ¿Cuánto tiempo antes de que el coronavirus hiciera de las suyas fueron grabados los programas? Supongo que muy pocos. Prefiero no imaginar cuál sería el panorama del bloque de farándula de los noticieros si, entre esa abrazadera que practican entre artistas cuando logran pasar a otro nivel, se filtrara un solo bicho-virus con su descomunal capacidad reproductiva. Las suposiciones  en semana santa se vuelven más perversas. Entre la sangre del crucificado y los ataúdes de cartón en Guayaquil, ya uno se resbala y se atreve a presagiar cualquier cosa.

Sí, debe ser algo de todo eso lo que me ha llevado a sentarme con actitud parsimoniosa ante el piano, a abrir los cancioneros de boleros y tangos que nos regaló hace años nuestro amigo Raúl Maya y a practicar los acordes  mayores, menores, los sostenidos y bemoles, una y otra vez, a ver si me contagio de nuevo con el virus musical, a ver si de pronto le abro fisuras a la pérdida de memoria que es tan natural y progresiva a mi edad. Insinuantes títulos como Reloj, Volver, En esta tarde gris, Perfidia, La mentira, Cuesta abajo, y otros tantos  que fueron el repertorio de mi padre parecieran burlarse de los tiempos, encontrar auto-rutas posmodernas para instalarse en nuestra vida y, a pesar del reggaetón, despertaran de su letargo y vinieran a ambientar inconmensurables ratos de pandemia.  Ojalá, al final del confinamiento reaparezca a la luz pública exhibiendo una nueva medalla en mi pecho: susurrador de canciones.

***

XX

Sábado 28 de marzo.

SEGURIDAD.


Tengo que renovar el seguro del auto. La aseguradora exige una inspección. Dadas las circunstancias, será virtual. Tengo cita a las nueve de la mañana. Hace muchos días no lo usamos. Está muy empolvado. En el blanco se nota más. ¿Será que por culpa de la mugre me niegan el seguro? Decido bajar a lavarlo. Agarro un balde y unos trapos. En el parqueadero hay un grifo para el agua. Siento la cámara de vigilancia espiando mis movimientos. ¿Estará prohibido en el manual de convivencia lavar autos dentro del parqueadero? Nadie protesta, ningún inquilino del conjunto circula por el sótano.  Manos a la obra. Termino a tiempo. El sótano es muy oscuro. Como me recomendó la chica de la aseguradora, lo saco a la calle. Al pasar por la portería saludo al celador. Tiene tapabocas y no me mira a los ojos, siento su mirada en mis labios, me siento desnudo y culpable. Fresco, no voy a aproximarme a nadie.  Me parqueo  frente al edificio.  El día es luminoso. Bajan  la cuesta, en contravía, ciclistas con morrales de servicios a domicilio. Suben veloces carros de policía.  No se detienen a interrogarme.  A las nueve en punto suena el teléfono. Sí, señor. Estoy en la calle y muy bien iluminado. El inspector virtual dirigirá la sesión de fotos. Se va la señal. Mierda. Reiniciemos. Varios intentos fallidos. Vea señor, como está tan intermitente la señal, me dice, voy a enviarle una guía. Estúdiela y tómele las fotos al auto con el celular siguiendo las instrucciones. Sí,  las mismas doce fotos y me las envía por el whatsapp. Vaya inspección tan moderna. Tomo fotos de todos los ángulos como el manual recomienda. Un rayo de sol pega sobre el auto. El blanco brilla en todo su esplendor. Me siento orgulloso.

***

TIJERAS 

Todos los días de marzo...y principios de abril

Durante el confinamiento  MI CABELLO ha crecido enormemente.  Mientras más crece más se cae. Siento que hay pelos blancos largos por todas partes. Sally lo encuentra atractivo. Yo ya me cansé de estar buscando cauchitos negros para atar la cola de caballo. Digo que parezco un perro viejo. He decidido cortarme el pelo.

continuará....

Estos escritos, con ritmo de diario, aspecto de prosa, canción, trova o poema, estarán apareciendo mientras dure el estado de cuarentena en el que hemos caído... y serán un elemento documental para comprender la evolución personal y colectiva de una situación que saca la cotidianidad de los parámetros vividos hasta hoy.

1 comentario:

He sido un cultivador de cartas... pero se extinguen los huertos, las postales, los destinos. Busco materos, balcones, ventanas, lienzos libres donde pueda sembrar mis dudas, mis palabras, las cascadas de imagen que a veces se me ocurren. Dale hombre, me han dicho algunas fieles amistades, invéntate un blog, escribe. Ya verás que es un buen andén para compartir tu risa, tu silencio, tus desdichas. Curioso, dócil, ingenuo, acepto jugar a lo impreciso.