- Lo puse Osiris y a su hermanita Isis. Esos son nombres
egipcios. A mí me gusta mucho eso de las culturas antiguas,- dijo el viejo.
Osiris sonrió, y los brackets metálicos de sus dientes brillaron con el reflejo de la luz de los
leds que iluminaban tenuemente el
comedor de la finca. Esta gente vive actualizada, pensé: están equipados con
pantallas de energía solar que durante el día alimentan una batería. El joven cultivador de caucho me miró como
preguntándome ¿Qué le parece mi papá, profe? ¿Será que sí sirve para personaje
del documental?
-¿Que si sirve...?-
En media hora, en un monólogo lento y
lucido, mientras Osiris con Fabio y Jefferson, sus
compañeros de curso, alistaban tres linternas y una escopeta
y se preparaban para salir a cazar una babilla en la cañada -invisible en esa
noche de un Caquetá sin luna- don Esteban me había contado la escapada de su casa en El Socorro, Santander, a la edad de ocho años; sus primeras aventuras como mano de obra infantil, su vida de músico
al regresar a su casa a los doce, su servicio militar por todos los rincones de Antioquia desde Medellín hasta Urabá pasando por Urrao; de sus
andanzas como parrandero, tomatrago y trabajador de lo que fuera entre plantaciones
de tabaco y fincas ganaderas por toda Colombia antes de emigrar a Venezuela
donde conoció a su mujer, la mamá de mi alumno, que hace ya treinta y pico de
años se trajo para el Caguán; me había hablado de la Biblia, de las virtudes prácticas y técnicas de su hijo, de la coca, los
raspachines y el enriquecimiento ilícito, de la guerrilla, de las plantas para mantener en orden la presión sanguínea y, ante todo, de gerontología, su
nueva obsesión. Las referencias al
cuerpo y a la salud, su desprecio a las farmacéuticas multinacionales, la alimentación sana y las transformaciones
de la energía son y serán su obsesión
ahora que es consciente de su desgaste y no está dispuesto a convertirse al final de sus días en una carga para su familia.
Cuando me fui a dormir los muchachos no habían regresado
de la cañada.
Al día siguiente, al abrir los ojos no vi ninguna babilla en el piso. Vi una
casa amplia construida con grandes tablones, rodeada de árboles frutales y
plantas tropicales, envuelta en un revoloteo de pájaros y gallinas y pavas y
conejos. Mientras la mamá nos preparaba el desayuno en un horno de carbón, Fabio
grababa los quehaceres del viejo y de su hijo.
En el cortometraje documental
que haremos, con énfasis en el retrato de un personaje cargado de memoria, Osiris
quiere hablar de ese hombre que años atrás sembró un bosque de caucho pensando en el
futuro de su hijo.
¿Habrá un material más maleable que su padre?
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