lunes, 30 de marzo de 2020

DIARIO DE CUARENTENA. PANDEMIA TROPICAL 2.

PANDEMIA TROPICAL 2.  

De los  PELIGROS DEL CONTAGIO a la INCERTIDUMBRE EN LOS AEROPUERTOS. Del INFIERNO de las  CÁRCELES a los ESFUERZOS por SOBREVIVIR.

V.

Bogotá, marzo 18...

La vejez y las probabilidades

Tengo sesenta y seis años y hace 9 fui víctima de un infarto. Soy, entonces, potencialmente apto para ser víctima del COVID19. La población más vulnerable somos los viejos. Leo que en Madrid, en los ancianatos, la peste está haciendo desastres. Veintipico murieron en uno, diecisiete en otro y hay no sé cuantos hogares geriátricos haciendo cola. Aunque acostumbro ir al gimnasio casi todos los días, y cada que tengo la oportunidad de patinar en la ciclovía lo hago, y que siento que mi energía está en un pico alto, debo tener en cuenta que los calendarios no pueden pasarse por alto. He considerado la opción de ser portador del virus. Hasta el momento ningún síntoma se ha manifestado, pero hace muy pocos días salí del festival de cine Cartagena que, indudablemente, tenía todas las características para ser un polo de contagio. Sin proponérmelo, inconscientemente, me encuentro repasando abrazos efusivos en la inauguración, saludos manoseados en las conferencias, en el Centro de Cooperación Española, en las callejuelas de la ciudad vieja, en las salas de cine, en los rumbeaderos, en el aeropuerto y sus salas de espera, en el mismo avión. Las posibilidades matemáticas de haber entrado en contacto con algún portador del virus son muy altas.

Bogotá, marzo 19

Para el día de San José hay un lugar en el diario:

Mi madre toca la puerta, me sabe preocupado.
Las fechas buscan su orden, se agitan los calendarios.
Cuando hay temores de muerte habla con fuerza el pasado.
Hoy sería su cumpleaños, celebraríamos su edad.
Ella murió tranquila, sin virus ni soledad.
Y nos dejó una sonrisa en su rostro reposado.
Cuando hay temores de muerte uno busca a la mamá:
El niño que el tiempo esconde  tantea en la oscuridad.

VI

Atención ¡última hora!
Me comunica el whatsapp
que una amiga bailadora
Podría estar contagiá:
Tiene fiebre, mareos, tos.
¡Debes poner atención!

Todos los síntomas, cuenta,
la atormentan desde ayer
y ya se tuvo que hacer
el test del coronavirus…
Que no salga y que me cuide
la sensatez me lo pide.

Mientras tanto la alcaldesa
Recurre a la cuarentena:
el  viernes próximo empieza.
Estar en casa es la pena
impuesta por la epidemia.
¿Será  un castigo mi pieza?

VII

Marzo 20

Calma, disfrute, paciencia.

El computador que compré justo antes de irme a Cartagena me mira. Sí, ya voy. Eres un PC. No estoy acostumbrado a tus caprichos, pero ya aprenderé. Mientras, déjame ir a la oficina a buscar un disco, le dije ayer. He traído las imágenes de Zapata y las de la Historia de una canción. Voy a ponerme en actitud de aprender a manipular el programa de edición Premier. Corto con el final cut, así como corté con los Mac. Hace unos veinte años me dije que no editaría nunca solo. Que prefería tener a mi lado un montajista que se desenvolviera con los problemas técnicos. Ahora siento la necesidad de aprender a hacerlo. Editaré solo. Haré, al menos, los bocetos de los relatos audiovisuales que me interesan. He instalado el aparato en el cuarto de Tomás que se ha vuelto mi sede alterna, el lugar donde vuelvo activos los insomnios. Pero confieso que gana la tele. Evito el montaje y me deposito en los noticieros. Todo es repetitivo. Sally me pregunta ¿No te cansas? No, le respondo. Es como una ficción. Sí, es como una ficción dice ella y se dirige a su estudio. Ficción de tensión. En apariencia no pasa nada, pero sí, todo avanza. Los presentadores se esfuerzan en armar un discurso optimista, en dar esperanza a pesar de que las cifras, como si fuese una votación o un partido de fútbol americano, aumentaran por grandes paquetes. A veces salen imágenes que le ponen dramatismo al relato, se perfilan como símbolos a futuro de lo que fue esta pandemia. Tal vez la más fuerte es una imagen nocturna, en picado, como desde un balcón de un cuarto piso, en Bérgamo, Italia, en la que se ve un desfile de camiones militares llevando ataúdes rumbo a un cementerio. Eso dice la voz en off.   No vi los ataúdes pero, al igual que todos los que apreciamos la imagen, me conmoví, sentí el impacto de la dimensión de la tragedia y no puse en duda la información. Otra imagen que seguramente no olvidaré es la del grupo de viejos colombianos varados en Egipto. Medio centenar de adultos mayores, como ahora nos llaman a los viejos, habían viajado a Tierra Santa en peregrinación turística y, sorpRendidos con el cierre de las fronteras y la cancelación de vuelos internacionales, permanecen sin dinero ni repatriación a la vista  en un hotel de El Cairo. Claman  para que  el gobierno les solucione el problema.

Mientras tanto, la acumulación de gas carbónico en el aire del planeta disminuye. El día sin carro que se convirtió en semana, y ahora apunta a convertirse en mes, le da un respiro a la capa de oxígeno. Millones de animales deben sentir alivio. Vaya a saberse si el virus encuentra un ambiente más propicio para su expansión.

VIII

Lejos de Hanoi.

Ayer, a eso de las ocho de la mañana me llamó Sergio desde la Sierra de Santa Marta, en inmediaciones del río don Diego. Hola, hermano. Ha decidido quedarse por allá hasta que pase la cuarentena. ¿Cómo estás? Bien, me dijo. No fui capaz de preguntarle si tenía algún síntoma de gripa. Él también estuvo en Cartagena en los días del Festival y, aparte de estar en las actividades de la asociación de directores de fotografía con los maestros internacionales invitados, aprovechó las noches para bailar y beber a su amaño. Allá lo encontré con Audrey y Marie, las francesas que nuestra amiga vietnamita Nicole Pham nos recomendó ayudar durante su visita turística a Colombia. Ellas habían llegado a Bogotá un par de semanas antes. Provenían de Hanoi, donde viven desde hace diez años. Sally y yo salimos con ellas a cenar una noche en Bogotá, antes de su recorrido por la zona cafetera y Medellín. Cuando las encontré en Cartagena estaban eufóricas, descubriendo la profunda dimensión de la rumba tropical. Y no parecían estar muy preocupadas, como casi todos los habitantes de la noche, con el avance de la pandemia.  Ellas salieron de Cartagena con rumbo a ciudad perdida en la Sierra de Santa Marta y ya intuían, en forma de chiste, que  los problemas de retorno a Hanoi, donde viven, estarían muy pronto sobre la mesa.

Chat del whatsapp de Marie del 21 de marzo a las 9 y 45 de la mañana

-Bonjour Diego
-Comment vas tu?
-Nous devions rentrer sur Bogota ce soir et avoir notre vol pur Hanoi demain finalement, mais tout est annulé. Nus essayons de joindre l’ambassade de France a Bogota mais c’est fermé et il n’y a pas de numéro d’urgence.
Tu aurais une idée de ce que nous pouvons faire stp?
Desolée de t’embêter avec ca.

Traducción del chat y consideraciones rimadas ante la situación.

Marie: Hola Diego, cómo estás. Esta noche debíamos regresar a Bogotá para tomar mañana nuestro vuelo hacia Hanoi pero todo fue anulado. Intentamos comunicarnos con la embajada pero está cerrada y no hay número de urgencia. Se te ocurre alguna idea de qué podemos hacer, por fa. Siento mucho molestarte con todo esto….

Cuando Marie me escribió
Con tono de desespero
Lo que pensé de primero
Fue buscarle solución
Con alguien de la embajada.

Llamé a Gilma a su casa
Y le conte la embarrada:
Que se la tomen con calma,
Están muy desinformadas.
Y me pasó los mensajes,
Teléfonos e instrucciones
Que ha puesto el embajador.
Los envié en un solo viaje
¡Que se apuren, por favor!

La noche trae noticias
nuevamente y no son buenas:
Que María viaja sola
Y Audrey es un alma en pena
Cuando fueron a la playa
Su bolso robó una nena
De aquellas cuyo deporte
Es conseguir pasaportes.
Hijueputa,  qué cagada,
Hay que hablar con la embajada!

Vuelvo a llamar a mi amiga.
Tiene nuevas instrucciones:
Hay que poner el denuncio
Pa subir a los aviones
Corran ya a la policía
Si quieren seguir su vía.

Funcionó, quién lo creyera.
Viajarán juntas las chicas
De la costa a  Bogotá.
Luego serán pasajeras
De una nave impredecible
porque Bogotá- Hanoi,
No creo que sea pa´hoy…
Les juro que duro está.
Es fenómeno visible.

Aeropuertos del planeta
saturados de suspenso.
Turistas de todo el mundo
Varados fuera de base
Con morrales y maletas
De marca y muy alta clase

¿Podrán llegar a la meta?
El temor se vuelve intenso
El desconcierto es profundo
Podrían ser indigentes         
con sus pintas me confundo.
Y yo, empiyamado en casa
privilegios de este  mundo. 

IX

Bogotá, Torres del Parque, cuarto de Tomás, domingo 22 de marzo.

Perdido en el tiempo o el tiempo perdido

Cuando fui a poner la fecha me equivoqué. Escribí 23. ¿Qué día es hoy? Domingo 22 me dice el calendario. Ah, sí. Empiezo a perder las referencias. Desde la ventana, la ciudad está igual que ayer. Vacía. No suena. Seguramente los índices de contaminación no son los mismos. Debería comenzar a escuchar campanas. Estoy despierto desde las seis y no ha sonado ninguna. El silencio me invita a pensar en el pasado. Me encantaría escuchar cantar un gallo. Ni siquiera ladran los perros. No suenan sirenas, cacerolas ni procesiones. Las misas también están prohibidas. Los sacristanes deben estar confinados en sus casas. Las campanas sonaron en los Montes de María en el documental sobre los Gaiteros de San Jacinto que ví esta mañana. Es el tercer corte que hace mi anfitrión en Cartagena, David Covo.  Ahora entiendo por qué estaba contento cuando cancelaron el festival. La película no está lista y él lo sabe. Pero justificaba la inclusión en el catálogo por razones estratégicas. Para él no significaba lo mismo la premiére que para otros amigos que estrenaban su documental. Eso ya no cuenta. Lo que cuenta es saldar la cuenta pendiente que tenía con él. Estaba previsto que la vería en el palacio de convenciones y le haría todos los comentarios que se me vinieran a la cabeza. Comentarios son críticas, por supuesto.  Esta mañana, acompañado por el silencio de la cuarentena, la vi. Los gaiteros viejos, los que han muerto, los que están muriendo, los que serían perfectos receptores del coronavirus. Por fortuna Catalino Parra tuvo un entierro multitudinario. Sus familiares, a diferencia de los familiares de los muertos de Bérgamo y ahora de los de España, acompañaron a sus familiares a sus honras fúnebres. Fue un entierro cantado, celebrado. No sabía que hasta los años cincuenta los gaiteros tocaban sus músicas en los entierros. Eran campesinos que construían los instrumentos  y aprendían a tocarlos para acompañar los entierros. No cantaban. Eso es un invento nuevo. ¿Cuántos muertos tendremos hoy? ¿Cuántos entierros silenciosos, cuántas cremaciones de afán por causa de la pandemia nos contarán los noticieros?

X

Las llamas del infierno 

Encendí la radio. Los locutores de  noticias estaban alterados. En la noche de ayer hubo motines en las cárceles de Colombia. Se cuentan veintitrés muertos y más de ochenta heridos. Ante el hacinamiento y la falta de medidas preventivas se generaron focos de rebelión. Quemaron colchones, intentaron tumbar las rejas, escapar.  Nos están pidiendo a todos que guardemos más de un metro de distancia con cualquier persona. Pero cuando dicen todos, ¿se dan cuenta que las generalizaciones no funcionan? Imaginé la situación en los patios de las cárceles colombianas. Centenares  de hombres o mujeres, de todas las edades, apretujándose entre cuatro paredes. Las condiciones sanitarias pésimas, la atención médica casi nula, la prevención inexistente, el termómetro que mide la temperatura de la incertidumbre ascendiendo en forma desmedida, los teléfonos celulares que han entrado pagando vacuna a los guardas en plena actividad. Cruce de información entre Cómbita y Cúcuta, entre Bogotá e Ibagué, entre Medellín y Jamundí. Conflagración programada, respuesta semejante en todas partes. Llamas, gritos, disparos, lo de siempre, cuerpos tendidos sangrando en los corredores, algún guarda compartiendo la suerte de su vigilados, el virus no tuvo la necesidad de actuar, la selección natural ocasionada por el desastre carcelario, por el desorden en el sistema judicial volviendo a recordarnos que la gente muere por otros motivos, que en Colombia la bala y la violencia son virus con los que hemos aprendido a convivir y cuyas cifras no nos afectan. 

Noticia de última hora. Muere la segunda persona por Coronavirus en Colombia. Un taxista boqueaba en cuidados intensivos mientras los intensos motines en las cárceles ostentaban el récord de muertos por un momento. Por un momento porque esto cambiará. Nueva York ya sobrepasa los diez mil infectados. En Italia murieron en las últimas veinticuatro horas casi setecientas personas. ¿Será que los chinos utilizaban el ábaco para contar los suyos? Cuántas máquinas respiradoras necesitamos en Colombia para darle atención a los pacientes calculados por los programas  de medición de las epidemias?

XI

Estoy solo, a unos diez metros de Sally que duerme.
Estoy solo, soy un privilegiado que a los 66 años no he pasado una noche en la cárcel.
Estoy solo, soy uno más que guarda ciertas dudas sobre su estado de salud y disfruta de una reclusión preventiva.

Estoy solo y tengo hambre. Pero soy tan privilegiado que puedo bajar a buscar algo de comer en la nevera. Papaya, guanábana, granola y yogur, aprovecho y le agrego un poco de leche de almendras. Desayuno frugal para un cardiópata. Tomo losartán, aspirina, atorvastatina y metroprolol. Es de por vida, me lo sentenciaron los cardiólogos. ¿Qué querrá decir de por vida? ¿Mientras no aparezca por una ranura el covid-19? Debo hacer ejercicio. Es también orden de los médicos. Iré a caminar, ascenderé los y treinta y nueve niveles del edificio. Ayer lo hice por primera vez. Bajé en ascensor al segundo sótano y subí hasta la cima de las Torres. No había nadie en el camino. No había peligro de contaminarme, como sí lo había en el gimnasio. Por eso fue clausurado, prohibido. El sudor se pega de los manubrios de las bicicletas, permanece en las bandas de los caminadores, se adhiere a las colchonetas. Todos los fluidos son peligrosos. Para subir las escaleras del edificio es necesario hacer un esfuerzo superior. Es como subir a los campanarios. Recuerdo mi ascenso a torres de catedrales en Italia. Escucho campanas, los camiones de los militares avanzan lentamente mientras redoblan las campanas como si fueran llantos de despedida, las voces de los familiares que no pudieron decir adiós a sus queridos muertos. Tenía la referencia de 32 pisos. Lo que indica el ascensor. Pero no se cuentan los pisos 4 del subsuelo, guardería y parqueaderos,  ni los de arriba, después del treinta y dos, la escalera continúa tres más hasta la terraza, allá donde está la entrada al salón de máquinas de los ascensores. Está cerrado, pero al lado hay una ventana con rejas, sin vidrio. Desde lo alto se ve una mañana espléndida en todo Bogotá. Las calles están vacías. En el Parque de la Independencia se ve una mujer diminuta paseando un perro y nada más. Tiene autorización oficial. Se puede sacar a pasear la mascota. No tengo perro ni gato. Tengo visión de dron. No siento envidia de ella. Siento que esta práctica es una innovación en mi vida. Es un reto. Debe ser la dosis de endorfinas que hace efecto, me siento contento, la autoestima está en alto nivel. Añoro llegar donde Sally a contarle que fui capaz de subir contando todos los escalones del edificio. Hay dieciséis escalones entre piso y piso. 16 x 39: 624 escalones.

continuará....

Estos escritos, con ritmo de diario, aspecto de prosa, canción, trova o poema, estarán apareciendo mientras dure el estado de cuarentena en el que hemos caído... y serán un elemento documental para comprender la evolución personal y colectiva de una situación que saca la cotidianidad de los parámetros vividos hasta hoy.

miércoles, 25 de marzo de 2020

DIARIO DE CUARENTENA*. PANDEMIA TROPICAL 1

Estos escritos, con ritmo de diario, aspecto de prosa, canción, trova o poema, estarán apareciendo mientras dure el estado de cuarentena en el que hemos caído... y serán un elemento documental para comprender la evolución personal y colectiva de una situación que saca la cotidianidad de los parámetros vividos hasta hoy.

*Empecé llamando estas entregas  CRÓNICAS CORONOVIRULARIAS. Publiqué la número 1, pero al día siguiente no me gustó ese nombre y decidí cambiarlo por DIARIO CORONAVIRUSLARIO, la sonoridad me pareció más seductora. Pero al día siguiente lo sentí tan desagradable como los virus mismos. Entonces, como de estar activo en la cuarentena se trata, hoy opté por bautizarlas DIARIO DE CUARENTENA y para cada entrega utilizaré un título. Empecemos con :


PANDEMIA TROPICAL 1. DeL FICCI hasta BOGOTÁ.


Cartagena, marzo 16….

coro
Ni festival, ni fiestas, ni películas, ni mar.
Cartagena 20 20, nunca te voy a olvidar.
Tardamos sesenta años
para empezar a boquear.

I. La mañana
No hay casi gente en la playa.
El mar parece un dócil perro
esperando a que su amo lance el palo,
la pelota, el hueso o el bumerán.
Cuando estoy a punto de tocar el agua con la punta del pie
Desde un lejos cercano un policía en uniforme verde grita:
¡Está prohibido bañarse en el mar!
Cara negra, vientre gordo, manoteos ágiles,
el director de la orquesta sinfónica ausente
me comunica el ¡No!
¡Está prohibido bañarse en el mar!
El coronavirus impuso sus normas.
Y nosotros, sus súbditos, simplemente las debemos acatar.

Tendremos que aprender a lidiar con los tiempos
dislocados, aparentes, imprecisos, inocentes:
De la voluntad de acción a la pereza en acción,
de la embriaguez del instante  a la desazón del encierro,
del chapuzón de la inconsciencia al tedio de las noticias.
Del "y entonces qué" al "qué irá a pasar"...
Tres días de cronograma vacío en Cartagena
serán el taller del cual saldré diplomado.

Las ocho de la mañana durarán todo el día.
Desde la hamaca en el balcón aprenderé a disfrutar
el vaivén del humo de calor inútil
que a ritmo de viento danzará sobre la arena,
y dispondrá a su amaño de la playa
ante la ausencia de lancheros y turistas,
de sus tropeles, olor e intensidad.

Aprenderé, espero, a escarbar con las maría-mulatas,
pluma a pluma, pico a pico, codo a codo.
A esperar el parsimonioso pelícano,
a seguir su vuelo, a verlo planear,
hasta que de repente se lance de cabeza a la sal del mar,
y salga atolondrado, medio ciego,
con el pico sujetando un lebranche  
y una sonrisa extensa del mismo tamaño
que su herramienta bucal.

coro
Ni festival, ni fiestas, ni películas, ni mar.
Cartagena 20 20, nunca te voy a olvidar.
Tardamos sesenta años
Para empezar a boquear.

II. La tarde

Aprenderemos a dejar que la baba ruede por la comisura
Sin perturbar los ronquidos de las dos de la tarde
A abrir el ojo y volverlo a cerrar porque no hay prisa
A recordar lo que acabo de soñar y a preguntarme qué sería
Miraré con desconfianza el resplandor de las tres de la tarde
Y comprenderé el por qué de tanto pájaro escondido
Quizás a las cuatro descenderé a las baldosas y
Aprovechando su frescura iré a mear sin esfuerzo y sin premura
Aprenderé a repetir la siesta si mi intento de leer no fructifica
Aprenderé a no mirar el celular  ni la pantalla donde escribo
Y a eso de las cinco a colocar las esperanzas en el poniente
Más allá de la playa de la arena del costado Tierra Bomba
A esperar la noche con la pareja de loritos
Que cada atardecer regresan a la rama donde se pueden amar

Cada veinte minutos una buseta pasó frente al balcón
Era como una invitación a recordar
que si quería ir a la ciudad amurallada
era cuestión de levantar la mano y entrar
tomar un asiento frente a una ventanilla y mirar la ciudad pasar

Pero no puedo estoy recluido.
Mi actitud es de hamaca permanente
Y aquí estaré hasta que el policía verde desaparezca
y pueda continuar con el plan
de bañarme muy temprano en el mar

coro
Ni festival, ni fiestas, ni películas, ni mar.
Cartagena 20 20, nunca te voy a olvidar.
Tardamos sesenta años
Para empezar a boquear.


III.
La fuerza de la UNIÓN
O LA Unión a la fuerza.

Nos une la palabra Cancelado
Nos une la palabra Postergado
Nos une la incertidumbre
La inacción y  el desconcierto
Nos une la perspectiva de una muerte en coro
La esperanza de una vacuna redentora
La lotería del inquieto azar

Si no fuera por estas uñas
que insisten en rascar mi piel
creería que todo es quietud
Por este deambular
entre el catre y el balcón
creería que todo es calma y reposo
Si no fuera por estas mechas ensartadas
de tanto enredarlas con mis dedos
creería que todo está dispuesto para reposar
o quizás meditar sin esfuerzos sin afán

Por fortuna el sol tiene la costumbre de ocultarse
Y pareciera que le incomoda irse sin deslumbrarnos
Se vuelve un pavo real seductor
Y  llena de color el cielo  y el mar

Desde el balcón lo miró ocultarse tras la boca

De la popa a las bocas.

Cartagena tiene dos bocas:
Una boca chica
Y una boca grande.

IV. La noche
de noche o la noche de todas las noches.

Las Bocas a Cartagena
Le sirven pa conversar
Pero cuando llega el virus
Las usa pa estornudar

Cuando cerraron el ficci
La gente desconcertá
Salió a buscar la fiesta
En calles amurallá
O en balcones ventilaos
Donde pudieran bailar

Quiebra Canto y otros bares
Estaban a reventar
El sudor corría a mares
nuestra dicha era rumbiar
Con cada grito a la peste
queríamos exorcisar

Sábado domingo y lunes
La cosa fue más prudente
Entre noticias la gente
Se sintió menos inmune
Creyendo esquivar la peste
Yo regresé a Bogotá

Del taxi al aeropuerto
sala de espera y avión
el paisaje era incierto
reinaba la confusión
Los turistas europeos
Eran vistos con temor

Volando sobre Colombia
Sentí angustia de planeta
Arrastramos las  pandemias
y las pestes cual cometa
Una estela de amenazas
Sepulta planes y metas

Bogotá a medianoche
Era una ciudad fantasma
sin peatones ni coches
ni indigentes…no había un alma.
Cuando llegué a mi casa
ya Sally dormía en calma

Me dispuse a saludarla
Pero me sentí inseguro
Quizás de esta ruta larga
Mi cuerpo no venga puro
No pude estamparle un beso
Sentí un temor oscuro

Prendí la televisión
Y una arepa preparé
Hundido en la confusión
las noticias mastiqué
hospitales, ataúdes
caras largas por doquier

La china Italia España
Usa Rusia gente muerta
El virus todo lo empaña
Latinoamérica alerta
La pandemia y su maraña
En el África es incierta

Cartagena quedó atrás
La familia es buen reposo
Tomás quieto en Portugal
Sally canta sin acoso
La nevera está surtida
Slow time es la partida

CONTINUARÁ....

lunes, 23 de marzo de 2020

CRÓNICAS CORONAVIRULIOSAS 1. Pandemia virtual.

Estos escritos, con ritmo de diario, aspecto de prosa, canción, trova o poema, estarán apareciendo mientras dure el estado de cuarentena en el que hemos caído... y serán un elemento documental para comprender la evolución personal y colectiva de una situación que saca la cotidianidad de los parámetros vividos hasta hoy.

CORONAVIRUS
Bogotá, marzo 10...

Cuando colgué, supe que estaba contagiado: el virus me había pasado a través del celular.  Entregué el pasaporte, me pusieron el sello sin ningún reparo y me dirigí hacia el control de metales. Habían instalado un aparato que medía la temperatura de los cuerpos. En la cola, las primeras gotas de sudor le dieron brillo a mi frente. Mis manos se pusieron frías. Estornudé. Decenas de ojos se fijaron en mí. Vi dedos, como revólveres, apuntándome. Sonaron alarmas. Guardas vestidos de verde claro, cubiertos de la cabeza a los pies, me rodearon. Me introdujeron en un gigantesco tapabocas. Me condujeron a un pequeño cuarto blanco, sin ninguna decoración. Me preguntaron mi procedencia. Les dije la verdad: el único país que había visitado era tu voz a través del celular.


WHISKY EN LAS ROCAS
...Cartagena, 16 de marzo de 2020

Crucé una serpiente saliendo del bar
Me miró a los ojos, me obligó a escuchar:
La peste ha llegado por el celular.
El virus lo esparce su voz al hablar.
la vía inalámbrica: inyección letal

coro:
No lavé mis manos ni usé tapabocas
Preparé maletas y un whisky en las rocas.

Me ha llegado el virus por el celular…
No hay un tapabocas que pueda frenar
la peste siniestra que irradia tu boca.
Estoy infectado, mi suerte es muy poca.
La muerte en mi cuerpo tu voz hoy coloca.

Coro:
No lavé mis manos ni usé tapabocas 
Preparé maletas y un whisky en las rocas.

Me ha llegado el virus con antelación.
Sentí en tus palabras deseo y traición.
Hablando al oído me has contaminado
Sin verte los labios ya estoy condenado.
Brindo a tu salud, yo me hago a un lado.

Coro:
No lavé mis manos ni usé tapabocas
Preparé maletas y un whisky en las rocas.

El virus me enviaste por anticipado 
en todos los puertos seré requisado
pruebas de metales, controles de aduana,
quien tosa es culpable quien sude va a cana
tendré cuarentena sin buena ventana

Coro:
No lavé mis manos ni usé tapabocas
Preparé maletas y un whisky en las rocas.

Siniestra tu voz transmitió su peste
Sembró su cinismo del este al oeste
Con viejas recetas mantendré la risa 
No empujes, no incites,  contrata una misa
O inventa una orgía en cualquier cornisa

Coro:
No lavé mis manos ni usé tapabocas
Preparé maletas y un whisky en las rocas.

Los vasos cargados de alcohol y demencia
Viejos ceniceros oliendo a inconsciencia
Las mesas manchadas con tufos y furias
Bolsillos vacíos cargando penurias
Menguarán la pena ensartando injurias

Coro:
No lavé mis manos ni usé tapabocas
Preparé maletas y un whisky en las rocas.

Bloqueada la puerta voy a la ventana

la ciudad respira una luz más sana
propicio el silencio para larga espera
cuarentena o cárcel con tele y nevera
tu voz se diluye tal vez no me muera


Coro:
No lavé mis manos ni usé tapabocas
Preparé maletas y un whisky en las rocas.


 INVASIÓN
Cartagena,  marzo15...

Amurallaron la ciudad
Para que no entraran los piratas
Pero  corsarios invisibles
Llegaron en  la nave de tu voz
Se filtraron por tus manos
Se instalaron en tu olor
Y no hay remedio en el mundo
Para contener tu sudor.





Y MI ÑAPA... Una canción infantil inspirada en un balcón con vista a la playa de Castillo Grande (sur).

MUCHAS RAMAS 
Idilio de loros en el paisaje
Cartagena, Marzo 14...

Fondo azul
Perfil  chamizo
Línea en trazo japonés

coro:
Muchas ramas
Muchas ramas
y en una rama tú y yo

Tu pico pica mi pico
Yo te pico tu me picas
Entre las plumas te pico
Te pico en el corazón

Arena, ola y arena
Arena chamizo y sol
Muchas ramas muchas ramas
Y en una rama tu y yo

coro:
Muchas ramas
Muchas ramas
y en una rama tu y yo

Tu pico pica mi pico
Yo te pico tu me picas
Entre las plumas te pico
Te pico en el corazón

Nota: No hay documentación de aves afectadas por el coronavirus.
He sido un cultivador de cartas... pero se extinguen los huertos, las postales, los destinos. Busco materos, balcones, ventanas, lienzos libres donde pueda sembrar mis dudas, mis palabras, las cascadas de imagen que a veces se me ocurren. Dale hombre, me han dicho algunas fieles amistades, invéntate un blog, escribe. Ya verás que es un buen andén para compartir tu risa, tu silencio, tus desdichas. Curioso, dócil, ingenuo, acepto jugar a lo impreciso.