A raíz del paro agrícola tuve que aplazar de nuevo el sueño de conocer a San Agustín. Como la carretera estaba cerrada por las manifestaciones de los campesinos desvié la ruta hacia Villavieja, el pueblo vecino al desierto de la Tatacoa. Y fue allí en medio de la plaza donde ví por primera vez el Megaterio. Erguido, con la vista dirigida hacia alguna presa distante, con las brazos levantados y sus manitos caídas, como relajadas, esperando para actuar en el momento justo. Estaba al lado del tronco de una ceiba, protegido, o contenido por un inocente cerco de metal de un metro de altura.
Los señores que conversaban en el parque (desempleados diría mi tía Amparo) me dijeron que la escultura representaba a un antecesor del oso que vivió por aquí hace muchos miles de años, en época de mamuts y mastodontes. Era un animalote con una cola grandota y una dentadura bien fina y afilada, con un cuerpo mucho más alto que el de un elefante.
Chepe, el guía que se nos ofreció para hacernos el tour por el desierto, me dijo que Villavieja es una ciudad bastante particular: " No tiene plaza de mercado y su héroe es un monstruo prehistórico."
Algunos días después he deseado hacerle a Chepe un comentario acerca de su afirmación:
¿No te parece que Colombia se está volviendo también muy rara? Queremos acabar con sus plazas de mercado y nuestros héroes actuales se parecen cada vez más a monstruos prehistóricos.
Para la muestra un botón: mira el caso del "gran colombiano"....
Bogotá, agosto 30 de 2013
diego garcía moreno
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