Mi hijo no enciende la tele. Le fastidia. En cambio, se la pasa escarbando en las redes
de su portátil. Yo no he podido cortar con la"pantalla chica", a
pesar de que cada que la enciendo la insulto. Ahora me pasa que veo televisión
mientras tengo encendido también el compu. Soy espectador de noticias trágicas del mundo y de caprichos
personales que envían los ciudadanos "del común." La curiosidad me ha
llevado a las redes sociales y , según mi esposa, me he vuelto un
"vicioso" de facebook. He
intentado twitear, pero no soy bueno para trinar frases famosas y limitar mis opiniones o deseos verbales a 140
caracteres. Me gusta más ese espacio confesional, íntimo, que la gente
construye en el "care libro". Coincide este nuevo hábito con la
costumbre de tomar fotos a toda hora, en cualquier parte. Las descargo en el macbook
y me pregunto qué historia insinúan o esconden. Siento lástima de abandonarlas
en los archivos digitales y empiezo a jugar con ellas.
Cuando subo alguna , empieza el rebote de
comentarios de
"amigos" o la
cascadita "me gusta" .
Siento la presencia de un público y me excito. Últimamente decidí
agregarles un cuento. Son crónicas pequeñas que cumplen el mismo
papel que los bocetos de artista. Han aumentado los fanes. Estoy haciendo arte, le digo a Sally, pero ella no me cree. Estoy fabricando
mi canal de noticias, insisto, pero tampoco me cree. Ya me
lo reconocerás, querida. A pesar de que ningún pasquín publicaría mis editoriales cotidianos, en este mundo
cibernético ellos van abriéndose su camino, van definiendo su ventana, su
público. Lo que "me
gusta" es que me entretengo y siento que ellos se entretienen colocando
"me gusta".
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