Exterior día. Amanecer. El día sin carros.
El cuerpo de la luz no cesa de buscar su forma. Le gusta convertirse en manto etéreo en las mañanas húmedas y acariciar por instantes las materias caprichosas. Luego se esconde para hacernos creer que es un simple misterio repetitivo y cotidiano que hace visible los caminos y las cosas. A veces se hincha, pesa y azota. Otras, se hace rogar y cumple a la cita cuando se agotan los minutos, cuando sus adoradores deprimidos desfallecen. Casi siempre lo ignoramos. Poco le importa: sabe que su destino es engañar e iluminar, hacer creer que llega por primera vez y propiciar suspiros. Últimamente se ha vuelto veleidoso. Debe ser porque hemos inventado artefactos cuya única misión es constatar la multiplicidad de sus proezas.
Bogotá, febrero 8 de 2013 — en el Parque de La Independencia.
Me gusta eso del "cuerpo de la luz", qué buena foto!
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