Mi padre que era tan liberal no podía entender cómo sus
hijos no iban a misa. Para no arrastrar semejante culpa, todos los días asistía
a una ceremonia religiosa en nombre de cada uno de sus ateos. El día de sus
funerales todos estuvimos frente a su ataúd escuchando la homilía de un cura
hindú que alababa la generosidad de Gustavo y su espíritu musical. Hoy me
encontré esta foto y me dio la sensación de que esa sonrisita es la misma que
tuvo el día de su despedida al vernos a todos reunidos en el espacio que tanta
pereza nos daba visitar.
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